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Opinión: Impuesto a las ganancias: De la alegría a la desesperanza

Es el tema de moda. Resulta imposible transitar por los canales de televisión, ojear un diario o recorrer el dial de la radio sin que expertos, profanos y demás analicen la cuestión, sea desde la visión técnica, social o política del anuncio.

Se habló tanto del tema que confunde. ¿La medida beneficia, perjudica o no importa cambio alguno? Lo mismo sucede en las redes sociales, nutrido por ese el exquisito feedback donde en la mayoría de los casos cada uno puede decir lo que opina o piensa sin filtro alguno.

por Andrés E. Peretti (*)

AEP

Desde ya, nos referimos a la esperada suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, medida anunciada por el gobierno en funciones el 19/02/2016 y oficializada el 22/02/2016 mediante el Decreto N° 394/2016. La última modificación databa de 2013, y aumentar el “piso” es igual a dejar de pagar impuestos, o hacerlo en menor medida, noticia que ilusiona a toda persona que se encuentra alcanzada por el tributo, al menos en teoría.

Decimos en teoría porque con las inminentes actualizaciones de salarios, cuya expectativa está en el marco del 25% – 30%, se diluye el alivio para los empleados. A corto y mediano plazo, aquellos que perciban sus salarios difícilmente noten diferencia alguna, y lo que es peor, muchos volverán a tributar, cuyo estimado oscila los 200.000 casos.

Entre ellos se encuentran los que obtenían un salario bruto menor a $15.000 entre enero y agosto de 2013 y estaban liberados de pagar ganancias, pues el decreto que los amparaba fue derogado. Sin embargo, inmersos en una vorágine sin igual, el 23/02/2016 el fisco anunció un beneficio excepcional y temporal para estos últimos.

El entusiasmo que siguió el anuncio y la decepción al día siguiente es el resultado de falta de políticas direccionadas a una reforma tributaria integral. Las soluciones temporales, ya sean leyes, decretos presidenciales o resoluciones de organismos administrativos no brindan respuesta satisfactoria a un sector azotado por la altísima carga fiscal, que desde antaño pregona que el salario no es ganancia.

Ello en claro detrimento del norte que debe guiar a los tributos, es decir, la capacidad contributiva o económica de quienes se encuentran alcanzados por dichos gravámenes. En nuestro país, no corresponde hablar de “sistema tributario”, sino que existe un aparato lleno de parches que en los hechos es equivalente a ineficacia e ineficiencia.

Lo expuesto deviene en una injusticia mayúscula, pues en su concepción actual se atrapa a sujetos para los cuales no fue ideado, y el paradigma es el impuesto a las ganancias que recae sobre los salarios de los empleados en relación de dependencia.

Sin entrar en detalles técnicos y con abstracción de ideologías políticas, debemos como sociedad exigir una reforma tributaria integral, como único medio para paliar los efectos distorsivos provocados por la falta de impuestos progresivos. Subir el mínimo no imponible es un pequeño paso para que quién más tenga, más pague. Pero necesitamos dar el gran salto para que nuestro régimen impositivo sea más equitativo, y en el caso de ganancias, es modificar las escalas de dicho tributo, lo que sucedería recién en 2017.

Mientras tanto, los sujetos atrapados por el impuesto deberán esperar. Sin perjuicio de que cada caso tiene sus particularidades, por las dudas, y para evitar fuertes decepciones, evada las ilusiones en exceso, pues parece que la reforma en ganancias es más cosmética que sustancial, más temporal que permanente, más ficticia que real.

(*) Abogado -UNC-, Especialista y Magíster en Derecho Tributario -Universidad Austral, Buenos Aires-

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