Policiales

La cultura del mal humor social

Hoy vamos a hablar de un fenómeno que nos invade, que nos provoca, nos altera, un fenómeno que desestabiliza: hoy escribimos sobre “el mal humor”.

¿A quien no le ha pasado de escuchar a diario expresiones malhumoradas o ver rostros cargados de ira e intolerancia? Podríamos decir que si hay un rasgo que nos marca en la actualidad es el permanente desasosiego, esa sensación de intranquilidad parmanente, que acompaña las 24 horas y que trae concatenado un umbral de angustia que se percibe. ¡Sí!, hoy vemos la angustia colarse en todos lados, y lo que es peor aún, en todas las edades.

La realidad nos muestra que los avances e innovaciones tecnológicas suturan con modalidades cada vez más apremiantes al sujeto, en función del ideal de universalidad promovido por el discurso de los medios de comunicación que dictan sus reglas a otros discursos teniendo efectos terribles. Este escenario, al mismo tiempo se encuentra acompasado por un tipo de política solidaria al imperio del mercado, haciendo del mundo un espacio global, sin fronteras y afectando íntegramente a cualquier ser hablante, con nuevas y más necesidades económicas y sociales.

En palabras de Foucault, el cuerpo es pensado como objeto, sujetado en un campo político regido por relaciones de poder, a partir de las cuales tiene un mero valor de mercado.

Claro que la preocupación, la insatisfacción, la frustración, etc., no son sensaciones que aparezcan caprichosamente por que sí. La realidad que nos rodea y los avatares permanentes, generan un sentimiento de extrañamiento hacia la vida que inquieta.

En este sentido, el mal humor puede pensarse como un tipo de humor sádico que se descarga sobre el más débil, incluso y contradictoriamente a lo que quisiéramos, la descarga se produce justamente en las personas más cercanas y más queridas.

Tomando los aportes de Sigmund Freud, podemos identificar algunas causas que llevan a que prevalezca el mal humor en nuestra sociedad. En primer término, nuestra sociedad está fuertemente atravesada por un malestar que se refleja en los diversos modos de segregación, de accionares impulsivos, acelerados, pasajes al acto que impiden alcanzar la satisfacción de necesidades y en el mejor de los casos la felicidad.

En segundo lugar, y considerando variables económicas, políticas y sociales, podemos pensar el mal humor en base a un tipo de dinámica donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro. El individualismo es un claro rasgo de nuestra actualidad, rasgo que se encuentra exacerbado por los mecanismos del anonimato que las herramientas comunicativas 3.0 han generado. Así, se ve una unión en la desunión a partir de la cual triunfa el más fuerte (Carpintero, 2009).

El dolor que causa la perdida de trabajo, la precarización de las condiciones de vida, la violencia simbólica y física que trasciende todos los espacios reafirma la aseveración de que en la cultura dominante no hay lugar para los excluidos socialmente; estos deben aceptar pasivamente sus condiciones de vida y sentirse culpables por no esforzarse lo suficiente, hablamos de lo que actualmente se denomina “meritocracia”.

Ese pensamiento irreal, irracional, que supone que uno con esfuerzo, es el creador de su destino, como si las condiciones de posibilidad, los contextos y los emergentes que se le presentan a cada uno no tuviesen nada que ver en el desarrollo vital.

Ahora bien, ¿qué nos queda hacer ante este escenario tan apocalíptico, de desasosiego, de esperanzas quebradas? La respuesta es sencilla, lo que no implica que sea fácil de realizar; al mal humor, deberíamos responder con buen humor, ya que este, desde su rasgo solidario, toma como objeto a la propia persona y las circunstancias que la rodean, haciendo que se genere placer donde hay dolor, permitiendo atravesar las contingencias desde una posición de reconocimiento, aceptación y elaboración de posibles alternativas a nuestra vidas.

(*)Licenciada en Comunicación Social
(**) Prosecretario de Coordinación Operativa y Comisiones de la Legislatura de Córdoba