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Gisela Gómez, la cordobesa candidata al “Nobel de la educación”

La docente cordobesa Gisela Gómez (35) es una de las 50 finalistas de la séptima edición del Global Teacher Prize 2021, que la Fundación Varkey –una organización sin fines de lucro– realiza en colaboración con la Unesco.

El premio consiste en un millón de dólares para el ganador, cuyo nombre se conocerá en noviembre próximo. Es la mayor distinción en su tipo, y suele ser considerada como “el Nobel de la Educación”.

Entre los 50 mejores docentes del mundo se encuentran dos argentinas: la cordobesa Gisela, profesora del Instituto Provincial de Educación Técnica (Ipet) Nº 85 República de Italia en la localidad de General Paz, en el departamento Colón, y la maestra de La Plata Ana María Stelman.

Ambas fueron seleccionadas entre ocho mil postulantes y nominaciones de 121 países de todo el mundo. Es la primera vez que una docente de Córdoba se ubica en ese lugar.

El Global Teacher Prize fue creado para reconocer el aporte social de los docentes más destacados del año y poner en foco la tarea de millones de educadores en todo el mundo.

Hace 10 años que Gisela Gómez da clases en el Ipet 85, del que los estudiantes egresan con el título de técnicos en la industria de los alimentos. Hoy es profesora de Formación en Ambientes de Trabajo, y también trabaja en la coordinación de tecnicaturas en el nivel superior.

“Es una escuela chica de 450 estudiantes de Estación General Paz y de Estación Juárez Celman, con 70 ‘profes’”, cuenta Gisela, que conoció la existencia del premio mientras participaba de capacitaciones virtuales durante la pandemia.

Gisela nació en Córdoba Capital, es la tercera de siete hermanos de una familia de trabajadores. Se educó en la escuela estatal de Córdoba y comenzó a trabajar a los 16 años. Se recibió de bromatóloga, pero se enamoró de la docencia y cursó el trayecto pedagógico profesional para iniciar su trayectoria en la escuela técnica.

“En la escuela desarrollamos proyectos con intencionalidad pedagógica, con la aplicación de la indagación científica, los ejes curriculares están vinculados a los intereses de los estudiantes y buscamos dar respuesta a problemáticas del entorno escolar y social”, explica.

En 2018 recibió el premio de Maestra Ilustre, que otorga el Ministerio de Educación de la Nación, y en 2019, fue elegida como una de los diez Jóvenes Sobresalientes de ese año, en el certamen que organiza la Bolsa de Comercio de Córdoba.

“No es un mérito propio sino de un grupo de personas, de un equipo de docentes que hemos trabajado intensamente y que buscamos acercar a los alumnos a la ciencia”, apunta en relación a la selección para este premio internacional.

Los educadores que se postulan al Global Teacher Prize son evaluados en función de sus prácticas docentes, de la innovación para afrontar los desafíos locales, de los resultados de aprendizaje demostrables y del impacto en la comunidad más allá del aula. El año pasado, el millón de dólares lo ganó el profesor indio Ranjitsinh Disale.

Gisela explica que en su escuela se trabaja en equipo y se fomenta la investigación y el desarrollo de proyectos científicos innovadores. La idea, dice, es que los estudiantes sean protagonistas de su propio proceso de aprendizaje. Está convencida, remarca, de que los chicos se apropian de los saberes cuando se involucran en iniciativas propias.

Uno de los proyectos que desarrollaron desde la escuela fue la elaboración dulces de nopal ricos en proteínas, y de caramelos fortificados con vitaminas C y E, de las que los adolescentes suelen carecer en sus dietas.

En 2015, tomaron 245 muestras de los tanques de agua de las viviendas de su pueblo y las analizaron en el laboratorio escolar para verificar la presencia de escherichia coli, y organizaron una gran campaña de limpieza de tanques de agua domiciliarios.

“Es muy desafiante trabajar con adolescentes porque es difícil captar su atención, cautivarlos sin que se dispersen. La tecnología es una maravilla y a la vez una gran competencia en la atención de los chicos. Una de las claves es la empatía, estar atentos a cómo van reaccionando los estudiantes, vincular la escuela con su entorno, partir de allí, y ser capaces de mostrarles a los estudiantes que hay algo más, de que pueden tener esperanzas y crecer”, apunta.

PASIÓN POR EL TRABAJO

Gisela cree que los docentes son, muchas veces sin saberlo, la semilla del futuro. “Habitualmente planificamos lo que vamos a enseñar, pero nunca sabemos lo que realmente van a aprender. Hay cosas que florecen muchísimo tiempo después. Yo puedo controlar lo que enseño, pero no lo que aprenden. Por eso la responsabilidad de hoy es sembrar. Ahí se mezcla lo disciplinar y lo actitudinal, porque la pasión por nuestro trabajo puede incluso despertar el interés de los estudiantes”, dice la profesora.

Hoy, en pandemia y con bimodalidad (el Ipet no volvió a la presencialidad plena por falta de espacio físico), cree que los educadores tienen que ser muy versátiles, para adaptarse a las nuevas situaciones.

“Lo importante es que los chicos puedan aprender y estén en la escuela. Tenemos que convocarlos, involucrándolos en el conocimiento, para aprovechar el tiempo al máximo, trabajando desde la práctica, desde la experimentación”, concluye.

Fuente: La Voz del Interior.