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El Cisne Blanco o el Rinoceronte Gris

El 31 de diciembre de 2020 Diario San Francisco publicó un artículo de mi autoría donde definí al Covid 19 como el lamentable y nefasto “personaje del año” y me preguntaba hacia el final del mismo ¿la irrupción del puede ser considerado un “cisne negro”?

 

Ahora bien, antes que nada tenemos que definir que se entiende por un “cisne negro”. La misma fue desarrollada por el filósofo e investigador libanés Nassim Taleb y afirma que “La teoría del cisne negro o teoría de los sucesos del cisne negro es una metáfora que describe un suceso sorpresivo (para el observador), de gran impacto socioeconómico y que, una vez pasado el hecho, se racionaliza por retrospección (haciendo que parezca predecible o explicable, y dando impresión de que se esperaba que ocurriera)”.

 

Entre otros, podemos citar ejemplos de «cisnes negros» al el inicio de la Primera Guerra Mundial, la gripe porcina de 1918 o los atentados del 11 de septiembre de 2001. Últimamente, también se ha intentado identificar la pandemia de coronavirus de 2020 como un «cisne negro», pero el propio Taleb lo ha rechazado al considerar que no cumple con los requisitos de su teoría. No obstante, otra rama de analistas califica a la pandemia del COVID-19 no como un «cisne negro» sino como un «rinoceronte gris» debido a que este puede ser considerado un evento predecible.

 

Humildemente tengo que reconocer que en un principio consideraba que la pandemia que actualmente estamos transitando se asemejaba más a la definición de “cisne negro” debido a lo “sorpresivo y de gran impacto socioeconómico”. No obstante, con el paso del tiempo, me inclino por la teoría del “rinoceronte gris” ya que la misma se acerca más a este tan lamentable hecho, que, si bien estaba a la vista, la falta de información general acerca de la pandemia nos disfrazaba de cisne a este rinoceronte hecho que voy a tratar de explicar desde estas lecturas.

 

Con el comienzo de la pandemia, como muchos, quise tener una visión más amplia de este fenómeno para tratar de entenderla en mayor profundidad. Es así como, posteriormente al aislamiento obligatorio, enfile hacía la librería y, cumpliendo todos los protocolos (confieso que creo que en esa época nos cuidábamos más), encontré con un libro muy llamativo cuyo título rezaba “PANDEMIAS (todo lo que necesitás saber)” de Peter C. Doherty, Premio Nobel de Fisiología y Medicina.

 

En su índice, este contiene tópicos y capítulos realmente interesantes entre el cuales podemos nombrar, “Pandemias, epidemias, brotes”, “Tuberculosis e influenza”, “Bioterrorismo” o “Vectores epidemiológicos” (todos de fácil lectura y comprensión), pero me detengo para este artículo, específicamente en el capítulo 3º llamado “La alarma del SARS”. Al leerlo debo confesar que empecé a dimensionar lo mucho que esta pandemia se acerca al concepto del rinoceronte gris, haciendo una aclaración muy importante, el libro es publicado en 2016 cuando no había noticias del SARS-CoV2 (COVID19).

 

Cuando el autor analiza porqué el SARS (síndrome respiratorio agudo) generó tanto miedo, dice que para el 2002 (año del brote) “apareció de golpe y se estableció tan rápidamente que tanto el personal de los hospitales como los pacientes allí internados corrían serio peligro de contagiarse, y, al igual que con la influenza, las personas grandes conformaban el principal grupo de riesgo: cerca de la mitad de los mayores de 65 años sucumbieron a la infección”, para quienes no tenemos formación en medicina, pero nos interesó e interesa CUIDARNOS y CONOCER, los datos transcriptos son muy similares a lo que posteriormente fueron, y son, situaciones y síntomas del SARS- CoV2 (COVID 19).

 

Transcribo una parte sustancial y muy ilustrativa respecto al llamado “caso índice”, donde nuevamente aparece el rinoceronte que en 2002 no tuvimos la capacidad de ver y que en 2020 ha saltado nuevamente delante de nuestros ojos. El Dr. Doherty en su libro menciona que “una joven de 22 años, visitó Hong Kong durante un tour de compras y se cree que contrajo la enfermedad en su hotel, uno de los principales focos. La turista era nativa de Singapur ya de regreso en su país, cayo enferma y fue internada en el hospital público Tang Tock Seng (TTSH). Una vez allí, muy grave y casi sin aire, finalmente fue admitida en terapia intensiva. En total se cree que esta pobre turista les transmitió la enfermedad a 24 personas, incluyendo a nueve empleados del hospital, quienes durante esa etapa inicial del brote no usaban mascarillas protectoras. Ella sobrevivió, pero su madre, su padre y otra persona que fueron a visitarla murieron”.

 

Y, si esto fuera poco, el rinoceronte se vuelve cada vez más grande y gris cuando en el libro el Premio Nobel le da respuesta a la pregunta de ¿qué causo el SARS y de donde vino este patógeno?

“La primera conclusión fue que el coronavirus del SARS que causo el brote de 2002-2003 había saltado a la población humana desde la civeta del Himalaya. Se trata de un animal nocturno y solitario que come cualquier cosa que tenga a mano (ya sea carne o fruta). Estas criaturas arbóreas habitan los bosques de la India y del Sur de Asía. ¿Ahora bien como hicieron entonces para entrar en contacto con seres humanos y transmitirles la infección? En muchas partes de Asia se consumen diversas especies exóticas, la civeta, es cazada y servida como alimento, por lo general en restaurantes. Se cree que el brote de SARS se origino en uno de los mercados de animales vivos en la ciudad de Guandong, al sur de China”.

 

Ahora que vemos nítidamente al rinoceronte, me pregunto ¿podemos sorprendernos un poco más?

La respuesta es sí, y la brinda otra pregunta con la que hace el autor: “además de los reservorios ´naturales´ ¿hay otras fuentes posibles para el SARS? Una vez controlado el brote, una investigación reveló que el virus del SARS, de hecho, es endémico entre los murciélagos, que se lo habrían trasladado a las civetas, quienes finalmente se lo pasaron a los seres humanos”.

 

Si en el 2002-2003 pudiésemos utilizar una máquina del tiempo y viajar al 2020 ¿lo anterior no le sonaría conocido? Hoy sabemos por fuentes oficiales que el consumo de murciélago tiene una fuerte relación con el origen de la epidemia del coronavirus y que en Wuhan (China) donde se originó el brote de COVID-19, al igual que en otros puntos del globo, esta es una costumbre muy extendida.

 

En base a estos datos y estudios, creo sinceramente que ya no nos encontramos frente a un cisne negro, casi ni siquiera se podría decir que ante un rinoceronte gris. A modo de reflexión personal, creo que podríamos estar, por la importancia del hecho y por los indicios que hemos tenido en el pasado, ante un elefante celeste, el que mucha gente no vimos o no nos dejaron ver.

 

Claramente existían antecedentes de esta pandemia que quizás fueron minimizados por los intereses internacionales o no se puso a la salud por delante de otros ámbitos para prevenir esta desastrosa pandemia y sus consecuencias.
Debemos tomar nota y finalmente me quedo con una cita más de Doherty “En un mundo en el que el dinero y la economía dominan las relaciones internacionales, el caso del SARS debería enseñarnos que no hay inversión más importante que mantener una salud pública eficiente y buenos mecanismos de control de las enfermedades”.

 

Terminó este articulo lamentando realmente las consecuencias de este elefante que no supimos ver a tiempo, sólo tomando dos datos: más de 88 millones de personas infectadas en todo el mundo y casi 2 millones de personas fallecidas.

(*) Diplomado en Gestión Pública.