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«Su vida era 90 % un corazón y el resto San Isidro, Boca Juniors y una pelota de golf»

En la intimidad de su hogar y a pocas horas de haber despedido a su padre, nos recibieron Mariano y Marcelo Fava, dos de sus cuatro hijos. El primero, reside en Rafaela, siendo entrenador de Tenis y Licenciado en Comunicación Social y Periodista Deportivo. Por su parte, Marcelo es licenciado en Ciencias Políticas y vive desde hace 20 años en Cleveland, EEUU.

Miguel Ángel, el reconocido profesional sanfrancisqueño que falleciera días pasados, tuvo la desgracia de perder a su padre cuando tenía 18 años y desde ese momento supo que quería ser cardiólogo. Estudió medicina y se especializó en corazones. Nuestra ciudad fue testigo de todas las vidas que salvó a lo largo de su extensa carrera.

La charla comenzó con Mariano quien expresó, «el conoció al Dr. René Favaloro coincidiendo en un hotel donde lo esperó en horas de la madrugada. Lo interceptó y compartieron un taxi donde René lo aconsejó a que viajara a EEUU para especializarse. Mi padre siempre recordaba que ese taxi lo había pagado el Dr. Favaloro».

Luego y por esas cosas de la vida ambos cardiólogos se encontraron en Cleveland en dónde además de formarse y capacitarse profesionalmente forjaron una hermosa amistad. René regresó y a los pocos años lo hizo el sanfrancisqueño. Era una relación muy buena. Siempre se encontraban en los congresos que participaban en distintos lugares del mundo.

Durante la charla, los recuerdos y las emociones surgen con cada historia o anécdota y al momento de tomar la palabra Marcelo manifiesta el compromiso de continuar con el legado que dejó su padre expresando que, «siento que tenemos la misión de ser como el. Nosotros eramos niños y hacíamos siempre travesuras como cualquiera pero siempre nos hablaba enseñando el respeto, la humildad». Agregó, «lo importante es el proceso no el resultado. Desde que mi padre falleció no paran los llamados, las cartas, historias que nunca supimos de el y eso es reconfortante».

Sobre la dedicación de su padre a la medicina Marcelo manifestó, «el más que médico era un sanador en el buen sentido de la palabra. El siempre creyó que su misión era sanar».

Mariano agregó, «era fanático de los deportes. Hincha fanático de San Isidro y siempre nos contaba que mi bisabuelo junto a Severo Robledo compraron el terreno donde hoy está el estadio de los halcones y lo donaron sin recibir un peso». Añadió, «el por no recordar a su padre no quería ir a la cancha. Era socio vitalicio pero nunca mostró su chapa». Por último recordando la camiseta roja dijo, «se interiormente que se ponía muy contento con cada ascenso aunque no iba. En un ascenso cuando volví a casa me dijo: -pucha, qué contento debe estar mi papá-«.

Siendo socio fundador de la Clínica Regional del Este, el Dr. Fava formó la unidad coronaria con médicos de su misma generación y fue el primer profesional de la ciudad en colocar marcapasos. Además hacía terapia intensiva y consultorio atendiendo pacientes. A los pocos años y por diferencias con sus socios vendió sus acciones y se trasladó a Cleveland, EEUU, en dónde continuó con su especialidad.

Cuatro veces en su vida estuvo instalado en el país del norte por un extenso tiempo, viviendo y trabajando mientras se capacitaba. Cuando regresó a San Francisco trabajó con el Dr. Cornaglia en el Centro Flebológico hasta que cerró y luego se desempeño unos años a la Clínica de Especialidades Enrique J. Carrá.

En épocas en donde no existía el celular, su esposa, en muchas ocasiones, debía ir a buscarlo hasta el Jockey Club donde practicaba golf para llevarlo hasta la clínica y así atender alguna urgencia coronaria. Daba todo por un corazón. En este sentido, Mariano expresa, «su vida era 90 % un corazón y el resto San Isidro, Boca Juniors y una pelota de golf».

Ya en el final del encuentro y con la intención de remarcar la vocación de servicio que caracterizó a su padre, ambos manifestaron, «el se fue despojado de bienes, su capital eran sus pacientes. Todo lo invertía para especializarse y seguir aprendiendo».

Compartimos las sentidas y emotivas cartas que sus hijos le dedicaron en el momento de su despedida.

Mariano Fava:

Carta a Miguel Fava. Por Mariano Fava. Octubre 2016

San Francisco, 3 de Octubre de 2016

Para Miguel Fava

Con mi esposa Daniela Mercol nos fuimos a Estados Unidos hace casi 20 años, durante ese tiempo nos tocó muchas veces pasar por estas situaciones dolorosas, cinco veces para ser exacto; también nos tocó recibir a 16 nuevas vidas entre nuestras familias, ese es el círculo de la vida. Vivir en otro país es bueno porque uno puede experimentar culturas y costumbres diferentes.

En Estados Unidos cuando una persona se va de esta tierra la gente se junta para hablar de la vida de la persona, no de la muerte. Cuando mi suegra, Nidia Mercol se nos fue, Daniela viajo de urgencia acá y yo me quedé con nuestras hijas Julia y Olivia. Esa misma tarde empezó a venir gente a la casa, vinieron como veinte personas y todos traían comida porque lo último que uno quiere hacer en estos momentos es cocinar. Ni una solo persona me pregunto “de que se murió¬”? ; todos preguntaban cómo era mi suegra, qué le gustaba hacer, cómo era su vida. Entonces hoy las palabras que quiero compartir con ustedes en nombre de nuestra familia no son para llorar a Miguel, son para celebrar su vida.

Antes de que me olvide, muchas gracias a todos por venir; familia, amigos, gente conocida y sus pacientes, que estoy seguro de que hay muchos acá hoy. Sepan bien que ustedes, sus pacientes; fueron siempre su prioridad, estuviera donde estuviera, haciendo lo que estuviera haciendo cuando sonaba el teléfono o alguien venía a casa porque necesitaban a Miguel, y el dejaba todo y se ocupaba de sus pacientes.

Para celebrar su vida hoy voy a compartir dos parábolas y un dicho que ilustran bien todo lo que Miguel fue y lo que nos enseño.

Voy a empezar con la parábola de los talentos; me perdona Padre porque estoy seguro de no me la acuerdo bien, pero voy a hacer lo que mejor pueda.

La parábola dice que tres persona recibieron distintos talentos, uno recibió cinco, el otro cuarto y el tercero un talento y Dios les pidió que fueran e hicieran lo mejor que podían para aumentar esos talentos. El primero fue y los duplicó y cuando volvió a rendir cuentas trajo 10 talentos; Dios lo felicitó y le dijo que iba a tener vida eterna. El segundo también los duplicó, trajo ocho de vuelta y Dios también lo felicitó. El tercero dijo que él lo había enterrado al talento que le habían dado porque tenía miedo de perderlo y lo traía de vuelta; Dios lo reprimió y le dijo que lo que todos debían hacer es multiplicar los talentos que nos han sido dados.

Miguel sí que multiplicó sus talentos; todos los días se esforzaba para ser mejor en todo lo que hacía. Un marido excelente, 57 años con mi mamá, un padre ejemplar que crió cuatro hijos, uno un poco más desviado que los otros pero siempre alentándonos cuando hacíamos las cosas bien y mal. Dos de esos hijos son médicos como él y siguen salvando vidas; también fue jugador de golf que siempre quería aprender algo nuevo; hace unas semanas nomás fue a un torneo y ganó dos trofeos en categorías distintas; con sus 74 años y su artrosis en las manos. Por ahí cuando lo llamaba los domingos estaba mirando golf por TV para ver si podía aprender algo nuevo y seguir mejorando. Cuando estaba aburrido, iba a la internet y baja exámenes de cardiología para ver si aprendía algo nuevo para mejorarlos a todos ustedes, sus pacientes.

La segunda parábola que quiero compartir es la de los albañiles; la encontré mientras leía un libro hace poco, no sé si es católica o cristiana pero sirve como ilustración. Dicen que tres albañiles estaban trabajando y viene una persona y le pregunta al primero que está haciendo, el responde “poniendo ladrillos”, le preguntan al segundo que está haciendo y dice “construyendo una iglesia” y le preguntan al tercero lo mismo y responde “estoy construyendo la casa de Dios”. Tres personas haciendo lo mismo, tres respuestas y actitudes diferentes. El primero tiene un trabajo, el segundo una carrera, el tercero una vocación.

Miguel siempre tuvo una vocación, por 58 años tuvo su vocación. Me acuerdo que me contó que su padre murió cuando el sólo tenía 18 años, se murió de un ataque al corazón, ese día el decidió ser cardiólogo, me acuerdo que me dijo que él no quería que otro muchacho como él perdiera a su padre tan joven como le había pasado a él. Todos los días, por 58 años el daba todo por su profesión, todos los días a toda hora, sin descanso, un solo objetivo. Cuantos de nosotros podemos decir lo mismo?

El dicho que quiero compartir es de Abraham Lincoln; lo voy a decir en ingles porque a Miguel le gustaba escucharme hablar en inglés, cuando iba para allá a visitarnos me lo decía siempre, un día me dijo que me tenía envidia por como hablaba inglés, que ironía! Él tenerme un poquito de envidia a mí! Acá se los digo y después lo digo en español.

“I am not bound to win, I am bound to be true. I am not bound to succeed, I am bound to live up to the light that I have”. “No estoy destinado a ganar, estoy destinado a ser verdadero. No estoy destinado a ser exitoso, estoy destinado a vivir de acuerdo a la luz que me ha sido dada”. Por luz entiéndase potencial; Miguel claro que vivió de acuerdo a su potencial, dio todo lo que tuvo. Hasta en sus últimas horas, me espero que volviera, hablamos bien y al final del día nos miró bien a los ojos y nos dijo “no puedo más, no doy más”.

Él siempre nos decía que lo único que podemos controlar es el esfuerzo que ponemos en lo que hacemos; lo que podemos controlar es la actitud con la que respondemos a lo que nos pasa, bueno o malo; si somos católicos sabemos que Dios decide pero sí podemos elegir como actuamos todos los días.

Para terminar entonces, celebremos la vida de Miguel y aprendamos de sus lecciones; multipliquemos nuestros talentos, usemos todo el potencial que nos ha sido dada y tengamos una vocación. Si todos hiciéramos eso, como Miguel, el mundo sería un lugar mucho mejor. Gracias!

I love you my Man!!!

Marcelo Fava

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