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Vendía medias en la calle, hoy sueña con tener su local propio

“Si se quiere y se sueña por conseguirlo, se logra”, Rodrigo Paviatto abre así una charla tan amena como de aprendizaje. El sanfrancisqueño de 21 años que comenzó vendiendo medias por toda la ciudad, hoy amplió sus ofertas y le pone su impronta a la indumentaria que comercializa.

Vivió toda su infancia en el antiguo tribunales, edificio que fue demolido años atrás para la construcción del pronto a inaugurar Centro de Cultura. Allí se educó, con su madre y sus cuatro hermanos.

“Ya vivir en una vorágine así, desde niño ves cosas que solo los grandes ven, eso fue un peligro latente, yo tengo una infancia bastante de aprendizaje, lo malo estuvo siempre muy cerca. Lo bueno lo aprendí de mucha gente que me crucé, mi vieja tuvo mucho que ver porque ella se puso al hombro a la familia, pero más allá de sus consejos, en la calle conocí gente de muy buena fe y calidad humana que me han enseñado mucho. Me gusta escuchar a la gente grande, de ellos aprendo mucho”, relata Rodrigo, que es más conocido como “tucho”.

Ingresó a nuestras oficinas bien vestido, peinado y perfumado… “me gusta vestirme bien, esto que tengo puesto es lo que ofrezco”, tiró a la pasada bien a su estilo vendedor.

A los 16 salió a “patear” la calle en busca de progresar. Eligió medias, era lo más barato para comprar y su capital inicial era muy escueto. “En un momento sentí vergüenza de vender medias, pero después me dije que no tenía que tener porque estaba trabajando, que me estaba ganando la vida haciendo bien las cosas. Era muy difícil llegar a Buenos Aires por mi situación económica, pero empecé a vender más medias y caminar más barrios sin importar el qué dirán. Me fui encontrando con más plata y un día me animé a viajar a la gran ciudad”, comentó.

 

Rodrigo Paviatto

 

El relato de “tucho” atrapa, las preguntas comienzan a ser cada vez más, pero su cronología de los hechos y de su primer viaje a Buenos Aires generó un gran silencio, hasta las PC y el televisor se pusieron automáticamente en mute: “Era una anhelo que quería cumplir, sabía que lo iba a lograr. Nunca me voy a olvidar, fue un 31 de julio de 2016 mi primer viaje, tenía mucho miedo por lo que me decía la gente que era peligroso, pero igualmente me subí al colectivo y fui. Junté 7000 pesos que es nada, pagué el pasaje y con el resto fui en busca de ropa, hice malabares pero traje de todo por esa plata; cuando llegué en una semana ya había vendido todo”, dice con una sonrisa de oreja a oreja como transportándose otra vez en ese día y hora.

Pero desde ese día en adelante no todo fue como lo esperado o soñado, una mala inversión lo llevó a estar al borde de dejar todo: “Me la jugué a comprar un auto porque tenía que salir con dos bolsos grandes de ropa a vender y en la moto ya no podía cargarlos. El auto se me rompió muy rápido y justo había invertido bastante en una compra de verano, ahí me fundí y sin darme cuenta no tenía como salir a flote. Tuve la suerte de cruzarme con gente muy buena, como Diego Córdoba que me dio un préstamo sin pedirme ningún papel y así poder volver a viajar a Buenos Aires para comprar nuevamente, esos son gestos que no me los voy a olvidar nunca”

Rodrigo, hoy sigue viajando frecuentemente, regresa con la ropa y realiza sesiones de fotos para luego ofrecer sus productos por redes sociales y whatsaap, aunque su principal unidad de negocio se sigue moviendo en la calle, esa que conoce ya de memoria desde bien chiquito.

 

La indumentaria que vende Rodrigo

 

Sigue soñando, algo fundamental para continuar creciendo. Quiere tener su local propio de indumentaria masculina aunque reconoce que debe seguir aprendiendo porque el salto es grande. “Sé que voy a tener que poner un contador y que los costos aumentan de manera importante y que hay que tener muchos papeles para poder alquilar, pero sueño con tener mi lugar y no voy a parar hasta lograrlo”.

“Si se quiere y se sueña por conseguirlo, se logra”, de esa manera abrimos la nota y también la cerramos… Rodrigo “tucho” Paviatto quiere y sueña, por eso será cuestión de tiempos para conocer su propio local de indumentaria.

 

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