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Tomar vacaciones ayuda a prevenir enfermedades

Hace tiempo que tomarse vacaciones en cualquier sitio –o al menos alejarse de la rutina cotidiana por un tiempo– pasó a ser una necesidad para recuperar el bienestar psicosocial y físico. El ritmo agitado que grandes y chicos llevan a lo largo del año requiere una pausa.

Los especialistas aseguran que hay que parar para seguir. De esta manera es posible liberarse del estrés acumulado por horarios, plazos y obligaciones, y por las exigencias del mundo tecnológico y las redes sociales que incitan a estar disponible 24 horas del día, siete días a la semana.

Los psicólogos coinciden en que el cansancio es el gran enemigo del aprendizaje, del buen humor y del rendimiento eficiente en cualquier actividad y a cualquier edad. En estos tiempos vertiginosos, las vacaciones son, casi, una obligación.

La psicóloga Silvina Huerga sostiene que en otros tiempos, vacacionar para descansar de la rutina diaria y de las obligaciones podía ser considerado socialmente como un lujo o un privilegio; no era una necesidad psicológica o física para prestarle atención.

En cambio hoy –subraya– es imperioso tomarse vacaciones dadas las complejas características sociales y laborales que afectan la calidad de vida. La demanda de altos niveles de competitividad, productividad y capacitación supone una actualización en los estudios, el trabajo, la tecnología y en otros saberes que requieren tiempo y dedicación extra.

“El cansancio es el gran enemigo del aprendizaje, del buen humor y del rendimiento eficiente, sin importar la actividad que despleguemos, sin importar la edad que tengamos”, apunta Mariana Macagno, licenciada en Psicología.

El ritmo de vida actual plantea un elevado costo que se traduce en el desgaste psicológico y físico a causa del estrés acumulado y de la ansiedad con la que habitualmente se vive. “Dicho estrés puede empeorar y cronificarse de no frenar a tiempo y presentar consecuencias irreversibles en nuestra salud mediante cuadros de hipertensión, ACV, enfermedades cardíacas, obesidad y diabetes, entre otros tantos”, subraya Huerga.

Macagno agrega que cuando no se descansa ocurren más equívocos. “Como todos los adultos sabemos que esto nos pasa, entonces hacemos un esfuerzo extra en nuestras labores para evitar desaciertos, cuando en realidad lo que deberíamos hacer es parar. Ese esfuerzo extra no es gratis, se paga con estrés y enfermedades en el cuerpo”, remarca.

El descanso de los niños

Los niños y jóvenes también deben descansar de horarios, labores y pantallas. Los expertos subrayan que cada vez con mayor frecuencia se observan cuadros de estrés y ansiedad, jaquecas y cefaleas a edades más tempranas.

“Si cada uno de nosotros no puede concientizar la necesidad de tomar descansos (y hacerlo), entonces el cuerpo lo hace por nosotros y nos frena, a veces, enfermándose. Es un problema un niño que no descansa. Cada vez hay más consultas de niños (y cada vez más pequeños) con ansiedad, ataques de pánico, tristes, agotados de tantas actividades. Es necesario revisar las agendas, priorizar y aprender a decir ‘no’, ‘no puedo’”, puntualiza Macagno.

En este sentido, Huerga enumera las rutinas cada vez más exigentes de los chicos: horarios escolares y extraescolares, aprendizaje de idiomas, artes, deportes y el uso de las pantallas digitales que, según como se las utilice, pueden incidir en hábitos de sueño, alimentación, capacidad de atención, concentración y rendimiento académico.

“Los niños necesitan descanso, pero también aburrirse, salir del mundo de lo inmediato que les proporciona lo virtual donde a sólo un clic de distancia, y sin demora, acceden a todo lo que quieren”, indica Marcos Bartolacci, psicólogo y miembro de la Asociación Psicoanalítica de las Configuraciones Vinculares de Córdoba.

Los adultos, opina Bartolacci, deben ser los encargados de introducir a los chicos de la casa en el principio de la realidad donde no todo es “ya” ni inmediato. Las vacaciones, opina, son una buena oportunidad para avanzar en este sentido.

“Debemos sacarlos de ese mundo para que puedan ver que en el real, las cosas se consiguen con espera, con algún tipo de sacrificio. Pero que eso también nos da placer. Sacarlos del mundo virtual los ayuda a entender que no todo lo que deseen será realidad. Y eso, a mi entender, es cuidarlos y amarlos”, subraya.

En otras palabras, es preciso abrirles la puerta a la imaginación y a la creación.

“Es muy importante el período de descanso en las vacaciones ya que significa la posibilidad de desconectar y dejar suspendidos por un tiempo específico y determinado la obligación, el cargo y función social, actividad académica o escolar, la rutina y rigidez de cumplir horario para conectar con la búsqueda de actividades placenteras, lúdicas, relajadas, aquellas que usualmente no podemos realizar pero que sabemos que nos hacen bien, nos gustan y desestresan”, remarca Huerga.

Los expertos en el tema apuntan, también, que las vacaciones son indispensables para descansar de uno mismo y de las exigencias que contribuyen a configurar lo que podría llamarse “la sociedad del cansancio”.

En este sentido, Bartolacci recuerda al filósofo sudcoreano Byung-Chul Han que habla del autosometimiento. “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”, proclama el ensayista asiático.

Recargar energías

“Hay un cuento popular sobre un anciano que hachaba árboles a gran escala, un joven lo observaba y le llamaba la atención que a pesar de la edad del hombre y de que cada dos por tres desaparecía del bosque, hachaba con más vigor cuando volvía. El joven quiso sacarse la duda y le preguntó qué hacía, cómo era tan veloz y adónde se iba cuando interrumpía su trabajo, que luego venía con más fuerza. El viejo le respondió: ‘simplemente me voy a afilar el hacha’. Para mí, este es el resumen más gráfico de lo que las vacaciones son: el descanso nos permite ‘afilarnos’, prepararnos para lo que viene, y continuar con vigor y fuerza el resto del año”, piensa Macagno.

Silvina Huerga enumera otra serie de beneficios. Puntualiza que las vacaciones incrementan la autoestima en tanto se puede vivenciar como el logro obtenido luego del esfuerzo del año; mejora el nivel de creatividad generando mejores estrategias cognitivas en contraposición a un contexto estresante; mejora la capacidad de análisis y toma de decisiones, aumentando la productividad y la concentración; libera endorfinas estimulando la presencia de dopamina y serotonina disminuyendo así los niveles de ansiedad y pensamientos negativos; permite experimentar sensaciones placenteras que mejoren la percepción de la calidad de vida a través del contacto con la naturaleza.

“Encontrarse por fuera de los bordes de los espacios, las tareas y las temporalidades de lo cotidiano es lo que da razón de ser a nuestras expresiones ‘salir de vacaciones’ o ‘entrar en vacaciones’. Por fuera de esos límites, los vínculos también pueden verse favorecidos”, opina Pablo González, psicólogo educacional.

En este sentido, sostiene la especialista, liberados de algunas exigencias sociales, laborales e intelectuales, los vínculos familiares pueden encontrar un espacie de disfrute “que hará tanto de reparación como de prevención respecto de la vida cotidiana”. Charlar o realizar actividades junto a los seres queridos son –remarca González– una oportunidad para la vivencia de la ternura, a veces infravalorada.

Sin embargo, opina, también hay que ser cautos con las expectativas de lo que se conseguirá durante el tiempo de descanso. “Pensar en las vacaciones ideales puede resultar una trampa”, sostiene. Concebirlas como las presentan las publicidades y la moda de ciertos lugares geográficos también puede ser riesgoso.

“Para planificar nuestras vacaciones puede resultar provechoso tener en cuenta qué contexto de descanso necesitamos de acuerdo a nuestras particularidades individuales o de familia para no repetir la lógica de los ideales sociales hasta en nuestro descanso”, concluye González.

“Una oportunidad para detectar malestares”

“Desde el punto de vista psíquico, las vacaciones pueden ser valoradas como un lapso en el que se propicia un apaciguamiento de los ideales sociales que cada persona haya asumido. Cada uno de nosotros asume las tareas cotidianas y las maneras de llevar adelante el trabajo desde ciertos modelos externos que fueron asumidos como propios en procesos que muchas veces pasan inadvertidos. La suspensión de las rutinas laborales trae aparejado un descanso de las exigencias inherentes a esos ideales de funcionamiento”, asegura Pablo González, psicólogo educacional y clínico de niños y adolescentes.

En este sentido, opina que el período de descanso laboral es una oportunidad para revisar los modos con los que cada uno asume sus tareas; en especial, las laborales. La idea es, al menos, identificar lo que incomoda, aquello que trae malestar cotidiano para que una vez reincorporados en el campo de lo cotidiano, se intente hacer las modificaciones necesarias.

“Las inevitables conversaciones sobre nuestra vida laboral, que surgen con amigos, recién conocidos de la playa o nuestra propia familia pueden ser bien usadas en favor de esas detecciones de malestar”, apunta González.

Los niños y adolescentes, a criterio del psicólogo, entran en esta lógica social.

“Para ellos, las vacaciones constituyen también ese tiempo de detenimiento del sistema de introducción a los ideales sociales, patrióticos e intelectuales que hemos dado en llamar escolarización. Las hojas de carpetas soltadas al viento el último día de clases ponen de manifiesto esa liberación de exigencias”, subraya.

Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior