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Se fue don Luis Ribeiro, el hombre de los electrodomésticos y las cosas simples

La empresa fue en un principio una joyería, relojería y óptica pero, por el aumento del precio de los metales, en la década del 70 empezó a incursionar en el armado de heladeras. Tuvieron su propio modelo, se llamó Henry en honor a uno de sus empleados.

Luego de la muerte de su padre Manuel, Luis, a los 27 años, se hizo cargo del negocio familiar, que había comenzado en 1910, junto a varios de sus 8 hermanos. Él fue el que cambió de rumbo y consolidó las bases del Ribeiro de hoy. En ese momento perdió todo su pelo. Lo que empezó con un modesto local lentamente se fue expandiendo hasta convertirse en uno de las empresas más grandes de la provincia. Su andar cansino, su melena blanca, que conservó hasta el último día, su traje gris y su figura pequeña están en la memoria de los mercedinos. Don Luis era un gran caminante. Entre sus rutinas se encontraba la de hacer al menos 50 cuadras a pie por día. Siempre algún perro callejero lo acompañaba.

Cambiaron los gobiernos, las ideas, la economía tuvo sus vaivenes pero nunca se rindió. Pasaron las dos guerras, el peronismo, la dictadura, la hiperinflación, el 2001, y la compañía siguió creciendo. Si bien no pudo terminar el primario, hizo hasta tercer grado -porque en ese entonces tenía que acompañar a su madrastra Cristina mientras su padre no estaba en casa-, Don Luis encontró en los libros su escuela. Leía el diario y los títulos que le recomendaba su vecino y amigo, Jorge Delaunay, quien también le mostró el mundo de la música clásica. Escuchar Las cuatro estaciones de Vivaldi a todo un volumen, mientras movía las manos como si fuese el director de la orquesta era una de sus formas de sacar su parte más sensible. Tenía un cuadernillo donde anotaba sus lecciones.

Fue recién a los 33 años cuando decidió abandonar la vida de Don Juan para casarse con quien fue el gran amor de su vida, Yolanda Elvira Arimondi. Ella fue quien de a poco lo fue ablandando y la que llenaba la casa de vida. No es casual, que luego de semanas de agonía, Don Luis cerrara los ojos justo después de que la urna con las cenizas de su mujer -quien murió en 2008- llegara desde Buenos Aires. Juntos tuvieron a Manuel, María, Cristina y Luis. Sus dos hijos varones son los que más tarde se harían cargo de la firma.

Con pensamientos comunistas en los 60, el Chino no era un gran referente para su ciudad, incluso sus hijos tuvieron que afrontar las miradas extrañas de sus vecinos por sus ideas. Más tarde, cambiaría de opinión y tendría una visión liberal, que sería la definitiva. Siempre fue un adelantado y no tuvo miedo a cambiar de postura. Nunca creyó en nada, se declaraba ateo y cuando alguien le preguntaba por Dios, él respondía que si existía y era bueno por qué pasaban las cosas que pasaban «¿Dónde está Dios?». Incluso llevó su decisión hasta el casamiento de sus hijos, no pisó nunca una iglesia.

Fuente: La Nación. La Nación