Policiales

Los galgueros olfatean el final de las carreras

El de Río Segundo es uno de los circuitos más modestos. Está lejos del Centro y cerca del basural municipal. La pista es una recta de tierra de 300 metros de largo, cercada con alambre. La entrada, el pasado sábado, costaba 50 pesos.

Entre el polvo que se levanta de la tierra, asoma la pasión. Los largadores se preparan con sus perros cerca de las gateras. Conversan entre ellos. A diferencia de otros canódromos, donde las puertas se abren de manera automática al apagarse la luz roja, en este los seguros de las gateras son retirados de manera manual.

Los perros ingresan a las gateras. Les colocan el bozal. Se prende el semáforo, se pone en verde, y salen disparados, encendiendo la emoción del público, que acompaña con gritos de aliento las zancadas de los galgos, que siguen la “liebre”, que en realidad es una bolsa blanca atada a una tanza, impulsada por una persona que con sus manos hace girar los pedales de una bicicleta invertida.

En las pistas más “top”, el señuelo es transportado por un motor eléctrico. En cualquier caso, ni el galgo más ligero conseguirá alcanzar la “liebre”.

“Logran velocidades de 60 kilómetros a 80 kilómetros”, apunta Luis, quien desde el alambre sigue eufórico una de las carreras.

“Para que alcancen esas velocidades no hace falta inyectarlos, sólo un buen entrenamiento”, asegura. Los críticos afirman que algunos perros son drogados y sobreexigidos para que rindan más.

La competencia dura apenas los segundos que les lleva a los perros recorrer 150 metros. No pasan más de 30 minutos para que otros galgos vayan a las gateras.

El Negro gana una de las carreras. Su dueño sale sonriente a buscarlo. Cuando lo alcanza, lo acaricia. Son las 15 del sábado y se correrá hasta que caiga el sol.

Cerca, en Costa Sacate, otra pista modesta era escenario el lunes de carreras que se presumían como “las últimas”.

¿No va más?

La ley sancionada por el Congreso nacional prohibió las carreras de perros, en todo el país, con penas de tres meses a cuatro años de prisión. No requiere reglamentación para ser cumplida. Al pasar 10 días de su sanción, su promulgación es automática. Pero resta que sea publicada en el Boletín Oficial para que entre en efectiva vigencia.

“Creemos que será publicada esta semana o a más tardar la próxima. A partir de ahí serán ilegales y vamos a denunciarlas”, marcó Marcela Morra, integrante del grupo Proyecto Galgo Argentina, que promovió esa ley.

Alejandro Sánchez Kalbermatten, abogado de agrupaciones de galgueros, planteó que tienen sus recursos de amparo listos para presentar ante la Justicia, reclamando una supuesta inconstitucionalidad de la ley. “La idea es que los canódromos sigan funcionando”, dijo el abogado.

Sólo si algún juez hace lugar a esos amparos podrían ser legales algunas carreras.

Fuente: La Voz del Interior. http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/los-galgueros-olfatean-el-final-de-las-carreras#/

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