Policiales

La suba de tarifas redujo los niveles de consumo en la clase media

El 58 por ciento de los argen­tinos adoptaron, ya desde el año pasado, una conduc­ta más restrictiva en el u­so del gas y de la luz. Finalmente, los aumentos cumplieron su cometido de inducir al ahorro.

Eso es lo que sostiene la última en­cuesta de la consultora Nielsen pa­ra la muestra de Argentina. Es, en orden de importancia, la segun­da medida de ajuste –detrás del cam­bio a marcas más baratas en productos de consumo en el hogar– que han adoptado las familias a la hora de ahorrar.

Es que los dos años de gobierno de Cambiemos, con mayor énfasis en este 2017, se caracterizaron por un ajuste en las tarifas de los ser­vicios públicos, que hasta 2015 go­za­ban de un subsidio de hasta el 85 por ciento en el precio puro de la energía.

Esto implica que prácticamente to­da la electricidad o el gas que se con­sumían era, de hecho, gratis pa­ra el consumidor. Lo pagaba el Es­tado, y eso se sintió en el creciente déficit público, difícil de sostener a largo plazo.
En febrero de 2016, el precio de la electricidad mayorista que se pagaba a los productores comenzó a actualizarse. Y el valor del gas, después del escándalo por la polémica implementación del ajuste de tarifas, que finalmente la Corte Suprema anuló, tuvo un aumento en octubre pasado y otro en abril de este año.

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Así, en promedio, un hogar que pa­gaba 300 pesos por mes, este invierno pagó alrededor de 900 pesos, con consumo muy moderado.

Con un gasto más alto de gas, la fac­tura se fue al doble. En los R-4, la categoría de mayor consumo en el sistema de gas, la boleta promedia los 3.000 pesos al mes.

La electricidad en Córdoba, que ya cuenta con un historial de actualización desde 2008 en su aspecto de distribución (el servicio que presta Epec), pasó de 450 a 700 pesos el consumo residencial promedio por mes esta temporada.

Todo esto sin contar la suba del servicio de agua y del gasto en el transporte interurbano, en el caso de los hogares que usan ese servicio. Además, falta, al menos en Córdoba capital, el ajuste del boleto urbano, proyectado para fines de año.

Según el economista Jorge Vas­concelos, del Ieral de Fundación Mediterránea, entre cinco y seis puntos del salario que antes se destinaban al gasto corriente de las familias –léase consumo de bienes y servicios de esparcimiento– ahora van a cubrir las facturas de los servicios públicos básicos.

Si bien no es fácil calcular, en plata, cuánto ha tenido que agregar una familia este año al “rubro servicios”, la cuenta arranca en los 1.400 pesos mensuales, si los consumos fueron moderados, y llega hasta los 2.800 adicionales.

“En una clase media típica, que suma 28 mil pesos de ingresos al mes, si le agregaste 2.800 de gastos en servicios que antes no tenía, le quitaste un 10 por ciento de gasto mensual que en algún otro gasto no está. Bueno, ese es el consumo que falta”, sostiene Guillermo Oliveto, titular de la consultora W y especialista en consumo masivo. “Eso se nota en los bienes más cotidianos, alimentos, cosméticos y limpieza, que están todavía con una caída del tres por ciento medida en unidades en el primer semestre de este año”, agrega.

Justamente son los segmentos de ingreso de la clase media típica y de la clase media alta (55 mil pesos promedio del hogar) donde la quita de subsidios hace mella.

En los de clase alta (cinco por ciento de la población), o no afecta o ya se habían quitado en 2001, cuando el subsidio se retiró a quienes vivían en countries .

Y el 50 por ciento de la población que está en los segmentos de clase baja superior y clase baja tiene altas chances de haber sido alcanzado por la tarifa social, que neutraliza en buena medida la quita de subsidios. El tope para acceder son ingresos que no superen los dos salarios mínimos, vital y móvil, barrera que hoy está en los 17.720 pesos.

El recorte

La encuesta de Nielsen confirma, justamente, de dónde se sacan los recursos que ahora van a la luz y al gas: el 53 por ciento compra menos ropa nueva; el 51 por ciento bajó las salidas de entretenimiento; el 38 por ciento demora la compra de tecnología, y un 33 por ciento no saldrá de vacaciones en el año, entre otras cosas.

“Nosotros vemos que se ha pres­­cin­dido de los bienes menos ne­­cesarios: indumentaria, calzado y marroquinería están a la caí­da”, dice Damián Di Pace, de la consultora Focus Market, que mide para Came, entidad que agrupa al comercio minorista. Y da un ejemplo: subieron 1,6 por ciento en el semestre los productos de cuidado del calzado, en una muestra de que la gente “hace durar” lo que tiene.

Además de la plata que desde el consumo ha migrado a los servicios, Vasconcelos señala otra variable que, según entiende, ha hecho mella en lo que él llama “consumos gratificantes”: “Se había hecho una cadena de la felicidad con el dólar oficial, donde los que podían acceder al permiso de la Afip compraban y se daban vuelta para vender en el paralelo, con lo que se hacían unos buenos pesos adicionales. Estos factores, sumadas las tarifas subsidiadas, alimentaron un tipo de oferta de bienes y servicios que hoy tienen ya baja demanda”, dice.

Dos nuevas centrales despachan al SIN. Las usinas Pérez y Cañada de Gómez, ambas en Santa Fe, comenzaron a generar electricidad para el Sistema Interconectado Nacional. Es resultado de la convocatoria realizada por el Ministerio de Energía, en marzo de 2016, por la emergencia eléctrica.

Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior

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