Policiales

Caso Blas Correas: un silencio multitudinario que pide respuestas

Catorce, 15, 16, 17 y 18 años. Jóvenes un poco más grandes. Muchas mujeres. Y familias con niños más pequeños. Miles de personas, que en silencio ayer dijeron todo.

Lo que se vivió en el Centro de la ciudad de Córdoba registra escasos antecedentes. Habrá que remontarse tres décadas atrás, cuando fue asesinado el senador provincial Regino Madres, o más años aún, tras el brutal crimen de Gabriela Ceppi, para lograr una comparación similar a la multitudinaria marcha de ayer por Valentino Blas Correas (17). La historia de la provincia reconoce escasos antecedentes de manifestaciones tan concurridas por un homicidio.

“Basta de ‘gatillo fácil’”; “justicia por Blas”; “no maten a los estudiantes”; “justicia por José”; “#podríahabersidoyo”; “justicia por Nano y Agus”; “¿quién nos cuida de la Policía?”.

Pancartas grandes y carteles escritos a mano. Detrás de Blas, varios nombres más, casos menos conocidos por la opinión pública, pero que en las últimas semanas han provocado similares dolores.

José Antonio Ávila tenía 35 años. El pasado sábado 4 de julio, murió alcanzado por un balazo policial en barrio Villa El Libertador, al sur de la ciudad de Córdoba. Junto con un amigo intentaron escapar en moto de un control policial por la cuarentena. El caso tiene a dos experimentados agentes imputados y detenidos.

Agustín Barrios, de 22 años, y Lautaro Guzmán, de 23, murieron al chocar en moto contra un auto en la avenida principal de Colonia Caroya el viernes 19 de junio último a la noche. Ellos iban a gran velocidad perseguidos por una moto policial.

Los jóvenes, según la causa, no habían cometido ningún delito que motivara semejante persecución. “Sólo habían cruzado un semáforo en rojo”, insisten sus familiares. Ayer, viajaron de Colonia Caroya a la ciudad de Córdoba. Entendieron que en este reclamo masivo estaba el mismo hilo de las preguntas que ellos ensayan hace ya casi dos meses sin respuestas oficiales. No hay imputados por estas dos muertes.

José, Agus y Nano. “Ellos también fueron Blas”, repitieron las familias ayer, pancartas en alto.

A pasos firmes, la marcha de ayer fue avanzando desde la esquina de Colón y General Paz hacia la rotonda ubicada frente al Patio Olmos.

Adolescentes que de un momento a otro dejaron de discutir por el color del buzo del último año del secundario, por un viaje que se continúa postergando y por todas las preguntas que se amontonan en esa edad de la vida. Ahora, debaten sobre la calidad institucional de la Policía. Inocencias atravesadas por un dolor que los hizo trocar el interés de golpe.

La marcha, cuya convocatoria motorizó por redes sociales el hermano más grande de Blas, Juan, convocó a miles de cordobeses. Entre las 18 y las 19.04, cuando un aplauso masivo emocionó a todos, el silencio fue lo único que habló. Comerciantes y vecinos de esa arteria vital de la ciudad se asomaban con sorpresa: nadie podía creer que semejante multitud fuera capaz de callar de esa manera.

Sin presencia azul

Las calles estaban liberadas de policías. Toda una señal oficial a falta de otras respuestas. No provocar, fue la explicación estatal. Vergüenza, leyeron varios durante la marcha.

¿Qué sucedió para que el Estado tuviera que retirar a los uniformados? La densa trama que se ha comenzado a descubrir en torno al asesinato de Blas es sólo una parte de la explicación.

Al final de la marcha no había escenario ni micrófonos preparados. Sólo dolor, conmoción y un contundente reclamo de respuestas oficiales.

Una marcha inédita. Miles de personas participaron de la marcha que comenzó en Cólon y General Paz y terminó frente al Patio Olmos.

Una marcha inédita. Miles de personas participaron de la marcha que comenzó en Cólon y General Paz y terminó frente al Patio Olmos.
La mamá de Blas, Soledad Laciar, no estuvo presente. El dolor le impidió caminar por el Centro. A la misma hora, en las redes sociales exteriorizó todo lo irreparable que produjeron aquellos balazos policiales. Y volvió a pedir explicaciones.

Blas, el papá del joven asesinado, eligió un discreto perfil bajo y marchó entre la multitud sin tener contacto con la prensa. Días antes, el hombre había dejado claro en distintas entrevistas que las respuestas recibidas hasta ahora no le alcanzaban.

Adelante, Juan, el hermano más grande encabezó la larga fila. Otros familiares y muchos jóvenes amigos y compañeros de Blas lo rodearon. Entre ellos, dos de los adolescentes que sobrevivieron a la balacera policial en la madrugada del jueves 6 de este mes.

Ante los numerosos medios de prensa que cubrieron toda la manifestación, Juan habló al finalizar la marcha. El joven leyó una carta abierta que un rato antes ya había comenzado a resonar en las redes sociales, el refugio que los jóvenes eligieron para propagar su dolor.

“¿Por qué se tiene que movilizar tanta gente para que esto no se olvide ni se repita? ¿Cambiará esto en algún momento? ¿Habrá más Blasitos en la historia de Córdoba? ¿Sufrirá alguien más el dolor que estamos atravesando mi familia y yo? Espero que algún día estas preguntas sean resueltas por quienes deban responderlas, que esto no quede en un triste recuerdo, que tu asesinato, hermanito querido, sirva para que nadie más pase lo que estamos pasando”, fue uno de los párrafos que Juan ayer leyó con firmeza.

Más preguntas que se continúan acumulando desde la semana pasada.

La Justicia provincial algo ha logrado despejar, con tres policías presos, una cuarta oficial imputada y la certeza de que un grupo de uniformados no sólo que perpetró un asesinato aquella madrugada, sino que pergeñó todo un ardid para intentar ensuciar a las víctimas de toda esta historia.

Pero Juan ayer fue enfático sobre este punto: “No alcanza con tres policías detenidos, nosotros queremos justicia en serio”.

Policías, Gobierno y Justicia. Todas las interpelaciones ayer afloraron en medio del silencio.

Crecer de golpe

Mientras Juan leía, amigos y compañeros de Blas, varios con una remera en la que reclamaban justicia, se abrazaban y se consolaban.

La tristeza, junto con la impotencia por lo que hasta ahora continúa siendo inexplicable en cuanto al accionar policial, fueron los sentimientos que embargaron a los miles que ayer marcharon. Muchísimos no habían conocido al joven asesinado.

Blas y sus amigos, compañeros del sexto año del colegio San José, cometieron el delito de violar una cuarentena con la idea de ir a un carro a comer un lomito y después juntarse a jugar a la Play Station.

No frenaron en un control policial y al menos dos cabos decidieron disparar a mansalva.

Cinco balazos impactaron contra el Fiat Argo en el que viajaban los cinco jóvenes. Todos en la parte trasera y al menos dos ingresaron por la luneta. Justo a la altura de los vehículos en la que las balas suelen ser mortales para sus ocupantes.

Ayer, una nueva generación marchó por primera vez. Alguien describió la multitudinaria manifestación como “el Nunca Más de los millennials”. Adolescentes y jóvenes que sólo habían conocido la peor cara estatal por los libros de Historia se entremezclaron en un solo pedido. Es que ahora ellos han comenzado a juntar las piezas dispersas de un rompecabezas al que todavía le falta la respuesta central.

Las claves de un caso que conmociona

Una reconstrucción que aún no tiene todas las claves.

Control a los tiros. En los primeros minutos del jueves 6 de este mes, policías apostados en un control vehicular de la avenida Vélez Sársfield, frente al instituto Pablo Pizzurno, en la zona sur de la ciudad de Córdoba, abrieron fuego contra un auto en el que viajaban cinco adolescentes y cuyo conductor no hizo caso a la seña de frenar. En el medio del asiento trasero iba Valentino Blas Correas (17), que murió alcanzado por un balazo oficial que le ingresó por el omóplato derecho y le afectó el pulmón y parte del corazón.

Detenidos e imputados. La investigación que encabeza el fiscal José Mana llevó a la cárcel en un primer momento a los policías Lucas Gómez (31) y Javier Alarcón (35), acusados de los disparos mortales. El miércoles, en tanto, fue detenida la agente Wanda Esquivel, quien lleva poco tiempo en la fuerza, a la que se acusa de haber “plantado” junto con Alarcón un viejo revólver con la idea de incriminar de manera falsa a los jóvenes baleados. También fue imputada la oficial principal Yamila Martínez por la omisión de los deberes de funcionario público. Quedó en libertad. Aún se analiza la cadena de encubrimiento policial que hubo en este caso después del tiroteo policial, por lo que no se descarta que haya nuevas imputaciones.

No debía estar allí. El policía Lucas Gómez ya estaba imputado por encubrir al violador serial de La Calera. Junto con tres policías, espera el juicio. Por eso, no se entiende aún cómo primero estaba trabajando y con un arma reglamentaria, ya que por lo general los policías con causas penales están en situación pasiva o en tareas no operativas, sin armas.

Atención. También se investiga el motivo por el que Blas no fue atendido en el sanatorio Aconcagua.

Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior