Policiales

Campaña insólita

En Argentina, decir que empezó la campaña es lo mismo que decir que empezaron las operaciones. Aunque el juego sucio no sea exclusivo de la temporada electoral, es en esta época cuando sale a relucir y toma alta repercusión mediática.

Operaciones que van y vienen, con la intención de confundir, sacar ventaja y llevar agua a los respectivos molinos. Y no todo suma. En este juego, es muy fácil que un tiro salga por la culata. Las encuestas se han transformado a estas alturas en una forma más de hacer campaña.

Los titulares como “gana Alberto”, “se acerca Macri”, “el presidente se decidirá en primera vuelta”, “Kicillof se acerca a Vidal” (etc) tienen el valor de un anuncio publicitario, de una pintada callejera. El correlato es que las encuestas son cada vez menos creíbles.

El público toma todo con pinzas y se afianza en sus decisiones previas. Si esa táctica sirve de poco, tampoco estamos viendo muchas luces en los movimientos de apertura los candidatos. Cada uno juega de acuerdo a su propia conveniencia y su imaginario. El resultado es que no hay una sola campaña, sino varias, dispersas y con diferentes perspectivas. Esta disgregación también se siente en el interior de los partidos, particularmente del Frente de Todos.

Alberto Fernández, como candidato presidencial, parece olvidar que tiene que hacer una campaña contrarreloj: darse a conocer, diferenciar de Cristina, exponer el programa, buscar el voto.

Los traspiés, como sus enojos con los periodistas, o la fallida cumbre con Schiaretti, le restan un tiempo que en su caso es valiosísimo. A esta altura, debería ya tener asumido que el fantasma del doble comando será el tema central de su campaña.

El terreno que está transitando es inexplorado para el kirchnerismo. Hasta ahora, a Cristina no le tocó hacer ninguna campaña bajo presión. Sus dos carreras presidenciales las hizo con viento a favor, emperifollada y hasta se dio el gusto de ensayar pasos de baile.

Está la expectativa de que ahora vuelva de Cuba y saque las papas del fuego, pero la realidad es que Cristina tiene poca experiencia en hacer campañas desde abajo, o en manejar campañas en crisis. Para Alberto, las dos perspectivas tienen sus contratiempos: o Cristina lo ayuda y él queda en un lugar secundario, o hace su juego y se arriesga a perder votantes.

El resto del Frente acompaña bastante poco al candidato presidencial. Axel Kicillof hace videos comprando naranjas (¿o mandarinas?) para el mate, busca exposición y hacer una campaña más cristinista que albertista en la provincia.

Y Sergio Massa es el candidato Kleenex: una figura aséptica que trata de mancharse y contaminarse lo menos posible. De todas maneras, su negocio ya lo hizo: será diputado, y tiene ubicada a buena parte de su tropa. Esta es la situación en el kirchnerismo.

Mientras tanto, últimamente el minuto a minuto de la política le viene dando una posición más desahogada al oficialismo. Sabemos que todo puede cambiar en cualquier momento. Pero lo cierto es que el PRO aprendió rápido la lección de sus nuevos aliados peronistas.

Siempre se dice que el peronismo, como un depredador, puede oler la sangre y sabe cuándo lanzarse al ataque. Esto es lo que está ocurriendo; el oficialismo sintió la debilidad de sus adversarios y salió a buscar el todo o nada.

En la tercera fuerza, mientras tanto, crecen los nervios y la desesperación. La gente de Roberto Lavagna sigue la impotencia de no poder fijar la agenda, mientras sigue siendo el blanco favorito de las operaciones, ya que su 5% es un botín codiciado por las dos fuerzas mayoritarias.

El lavagnismo habla en términos duros de la polarización: en el círculo del candidato, dicen abiertamente que polarizar es obligar a los argentinos a elegir entre un gobierno inútil y un ex gobierno corrupto.

En estos días empezó a circular también la versión de que Urtubey se bajaría de la fórmula. El lavagnismo insiste en que la relación es buena, pero sin despejar todas las dudas. Todavía se acuerdan con amargura de las partidas de Miguel Ángel Pichetto y de Massa del tercer espacio, y este recuerdo sugiere el miedo de que el gobernador salteño siga el mismo camino en caso de recibir una oferta lo bastante tentadora.

Las campañas son duras y se nota cuando a sus organizadores les falta barro en los zapatos. Una campaña no es para cualquiera y requiere de una serie de virtudes difíciles de reunir.

Ante todo, se trata de mantener la calma, y no perder la cabeza cuando los resultados son adversos ni de dormirse en los laureles cuando las cosas empiezan a salir bien. Esto ya lo decía Napoleón: “la primera cualidad de un comandante en jefe es la de hacerse una impresión correcta de las cosas. No puede dejar que lo confundan ni las buenas noticias ni las malas.”

Nota publicada también en: Perfil.com

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Eduardo Reina

Consultor especializado en Comunicación Institucional y Politica, Asuntos Públicos y Gubernamentales, Manejo de crisis y Relaciones con los Medios. Magister en Comunicación y Marketing Político. Universidad del Salvador, USAL, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004. Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Actual Presidente Tres Cuartos Comunicación y es Docente Universitario. Anteriormente fue Vicepresidente de Estudio de Comunicacion, multinacional española que figura entre las 10 empresas del ranking de Merger Market de empresas Europeas. www.eduardoreina.com