Salud

Adolescentes: el consumo de marihuana es mayor y más precoz

Su uso está casi naturalizado entre los alumnos secundarios. Casi tres de cada 10 chicos de 17 años la probaron al menos una vez.


El consumo de marihuana en adolescentes crece año tras año de manera progresiva y acelerada, según se desprende de investigaciones realizadas en Córdoba y de las consultas que reciben psicólogos, médicos y especialistas en adicciones en centros de salud privados y estatales.

El último estudio de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar) de 2017 indica que, ya por entonces, era la droga ilícita de mayor consumo en el país y que había crecido en todos los grupos de edad en los siete años anteriores. Según ese monitoreo nacional, el 73% de los consumidores lo hizo entre los 15 y 20 años. Entre 2010 y 2017, su uso trepó al 9,3% y la tasa se duplicó entre adolescentes.

Los estudios existentes en Córdoba, pese a no ser representativos de la población total, dan pautas del crecimiento del uso de esta droga cuyo consumo se ha naturalizado entre los chicos y chicas de entre 12 y 17 años.

Según los especialistas, está sustancias no es percibida como ilegal ni dañina para la salud.

Una investigación sobre la percepción de riesgos y normas sociales asociados con el alcohol, el tabaco y la marihuana en los adolescentes argentinos (de Angelina Pilatti, Emmanuel Kunstsche, Belén Acosta, Jorge Díaz, Florencia Caneto y Ricardo Pautassi) sobre la base de 400 encuestas a estudiantes de 13 a 17 años de colegios estatales y privados de la ciudad de Córdoba (año 2017), indicó que el inicio del consumo es a los 14 años y que crece de manera progresiva y marcada año tras año.

“A los 13 años ningún adolescente reportó haber consumido marihuana; a los 14 años, cerca del 7%, alguna vez y en el último año”, explica Angelina Pilatti, investigadora del Conicet y profesora de la Facultad de Psicología de la UNC. El inicio de consumo de marihuana, agrega, es dos años posterior al del alcohol y el tabaco, que ronda los 12 años.

A más edad, mayor el porcentaje de adolescentes que reporta experiencias directas de consumo de marihuana. A los 17 años, el 25,7% admite haberlo hecho alguna vez en la vida y el 20,3%, en el último año. Casi el 10% en el último mes y casi el 7% en la semana previa al estudio.

Pilatti indica que a los 18 años, el 40% probó marihuana alguna vez en la vida y que entre los 18 y 29 años, más del 70% ha consumido o lo hace.

No hay cifras oficiales generales actualizadas. Sin embargo, la frecuencia relativa de la prevalencia de consumo de cada sustancia en las comunidades terapéuticas de los centros de rehabilitación provinciales indica que la marihuana se encuentra en tercer lugar después de la cocaína y el alcohol. Los datos fueron proporcionados por la Secretaría de Prevención y Asistencia de las Adicciones.

El psicólogo Juan Carlos Mansilla, magíster en drogadependencia, docente universitario y director del Programa Cambio, confirma que la tendencia en el consumo de cannabis en adolescentes trepa año tras año. “Va creciendo porque hay una mirada bastante minimizadora respecto de la marihuana por parte del adolescente y del joven, y porque hay una industria interesada en generar consumo. La cultura cannábica está influenciando mucho esta práctica y va colonizando la mirada con la idea de que estamos ante una sustancia inofensiva”, explica Mansilla. Incluso, opina, se le da una enfoque medicinal. Lo cual, remarca el especialista, “no es correcto”.

Los expertos coinciden en que el consumo se ha naturalizado tanto que a los adolescentes les cuesta mencionar a la marihuana como una droga; lo mismo sucede con el alcohol cuya venta, además, es legal. “Para el consumidor habitual de marihuana, el que se droga es el consumidor de cocaína. Está instalada esa jerga, lo que hace que la problemática del consumo sea minimizada”, dice Mansilla.

El director de Salud Mental de la Municipalidad de Córdoba, Osvaldo Navarro, coincido en que la marihuana dejó de percibirse como una droga ilegal y como algo transgresor. Los chicos y las chicas en los consultorios suelen expresar que el consumo de marihuana es inocuo y hasta “ecológico” ya que se cultiva en casa y se manifiestan en contra del narcotráfico.

“La realidad es compleja. Los preceptores, docentes y directivos vemos estudiantes que concurren habiendo consumido afuera o en el baño de la escuela. En algunos casos se han encontrado chicos vendiendo dentro del colegio. Pero más allá de que se vende y se consume adentro, hay dealers que están cerca, a la vuelta, en el quiosco. Los estudiantes están afectados, rodeados y en algunos casos presionados a consumir o a vender. Lamentablemente no se está haciendo prevención en las escuelas”, comenta María, docente de cuarto y sexto año en dos escuelas secundarias estatales.

“Los chicos están consumiendo cada vez a más temprana edad: 9, 10 años”, agrega la profesora, a quien se le resguarda la identidad.

PROBLEMAS EN LAS ESCUELAS

Los especialistas sostienen que el consumo de marihuana en la adolescencia puede producir problemas en el aprendizaje y síndrome amotivacional, apatía y, en algún caso, depresión. En niños o chicos con problemas psicológicos o psiquiátricos puede generar dependencia.

“Cualquier sustancia psicoactiva en etapas de desarrollo tiene una incidencia negativa mayor porque se está frente a un sistema nervioso mucho más vulnerable”, explica Mansilla. En algunos países como Canadá, la edad legal para el consumo son los 21 años, cerca de la edad biológica de maduración del sistema nervioso que ronda los 24.

“El argumento de los jóvenes es que nadie muere por sobredosis de marihuana. Es cierto, nunca se produce un paro cardiorrespiratorio por sobredosis como ocurre con la cocaína, con el alcohol o muchas otras sustancias. Eso no hace que estemos frente a una droga inofensiva”, refiere Mansilla.

En la adolescencia, explica el experto, uno de los puntos de incidencia más negativos es el impacto en la capacidad de aprendizaje y de habilidades sociales porque el consumo regular de marihuana altera la memoria a corto plazo, fundamental para retener información. “Hay una coincidencia notable entre fracaso escolar y consumo de marihuana. Muchos adolescentes pierden su performance educativa”, subraya Mansilla.

Aunque los chicos y las chicas no hacen esta asociación. María, profesora de Economía en escuelas estatales, asegura que el consumo de marihuana y otras sustancias se advierte no sólo en el desempeño académico sino en el comportamiento.

“Sí les afecta el consumo. Están idos, les cuesta prestar atención, no pueden seguir el ritmo de los otros chicos. No logran entender lo que les estás diciendo, hay que decirle dos o tres veces las cosas y hay casos de agresión. No sólo afecta el aprendizaje, sino también la conducta”, explica la docente, quien agrega que además se le suman, en ciertos casos, problemas familiares y de violencia en el hogar. También hay policonsumo.

María relata que días atrás, una alumna de 13 años fumó marihuana antes de entrar al aula y vomitó. Confesó que había consumido y también se constató que estaba vendiendo. Otro alumno consumidor jugaba con un encendedor y una botella y quemó a una compañera.

“No miden el límite, no dimensionan el impacto de sus acciones. Afecta no sólo el aprendizaje sino la convivencia diaria con sus pares, con sus docentes. Los ambientes se tornan más violentos, agresivos. Es bastante el daño que está haciendo la droga”, opina.

UNA VISIÓN “ROMÁNTICA”

Las reacciones de los padres ante el consumo de marihuana por parte de sus hijos suelen ser variadas. Muchos sostienen una mirada demonizadora que, opina Mansilla, no permite construir un diálogo para problematizar el uso de esta sustancia. Otros padres tienen una postura permisiva.

Incluso, se observa que hay padres jóvenes que fuman marihuana con sus hijos adolescentes.

En varios casos, y por lo general, falta conversación familiar sobre este asunto. “Los padres tienen que perder el miedo de hablar de este tema, instalarlo. Detrás de esa falta de diálogo, hay baches en la comunicación familiar. La marihuana es el elemento activador que muestra la desconexión generacional que hay en otros temas”, piensa Mansilla.

Precisamente, en la clínica se trabaja para que problematicen su consumo. La mayoría de las veces llegan a la consulta acompañados por los padres, pero los chicos y chicas no ven un problema allí porque tienen una visión “romántica” de este consumo.

Lo que intentan los profesionales es acompañar a que el adolescente se haga preguntas y “sacar a la marihuana de ese lugar ideal, de romanticismo que le ha sido vendido por el mercado”.

Para Gabriela Richard, directora de la Fundación ProSalud y docente universitaria, el problema de la marihuana en la adolescencia tiene dos grandes frentes.

“Generalmente se aborda sólo el de las complicaciones a nivel neurológico, que luego se expresa en la dependencia creciente y en variados trastornos. El menos considerado por las políticas tradicionales es el vinculado al moldeamiento de la subjetividad que realiza el mercado desde temprano para captarlos, predisponerlos e inducir el consumo”, opina.

Y agrega: “Un adolescente es el mejor consumidor que puede conseguir una industria que luego también sabe cómo hacer para retenerlo”.

Richard considera que esto se expresa en una baja percepción del riesgo de consumir marihuana vinculado a un sistema de creencias nutrido con noticias falsas y fuertes estímulos provenientes de la música popular, entre otros. “Sin ayudarlos a ellos y a sus referentes adultos a mirar críticamente esta dinámica de mercado, actualmente es imposible hacer prevención eficaz”, sostiene.

En ese sentido, puntualiza que la influencia del mercado también se ha acentuado en los últimos tres años con la proliferación de negocios donde se vende todo lo necesario para cultivar y consumir.

“Los adolescentes asumen que este consumo está aceptado por el Estado (ningún funcionario ha intervenido sobre esto), desdibujando la barrera simbólica que otorga la condición de ilegalidad que aún persiste formalmente”, concluye.