Las sobras de una torta que ya se comieron
OPINIÓN – Por Eduardo Reina – Especial para DSF
Para muchos analistas, el día que falte Maduro la disputa en Venezuela no será entre políticos y votos, sino entre mafias y fusiles.
Donald Trump decidió aislar a Nicolás Maduro por vía naval, custodiando mares y fronteras, calificando a Venezuela como un “narcoestado” al que había que controlar. Así, el régimen de Maduro quedó bajo una presión inédita. Sanciones, juicios internacionales y la persecución a funcionarios fueron el comienzo de lo que hoy es una gran amenaza para la supervivencia del país.
La vida diaria de los venezolanos fue decayendo y empeorando. Caracas o Maracaibo son el fiel reflejo de la decadencia: colas eternas para conseguir alimentos básicos, mientras los billetes pierden valor a gran velocidad.
Millones han huido. En diciembre de 2024, más de 7,89 millones de venezolanos se encontraban fuera de su país de origen, siendo el segundo mayor desplazamiento del mundo. La mayoría de los migrantes y refugiados de Venezuela residen en la región (6,70 millones en diciembre de 2024): Colombia (2,8 millones), Perú (1,7 millones), Brasil, Chile y Ecuador (ONU Migración).
A diario se percibe cómo madres con pequeños cruzan los ríos hacia Colombia, cómo muchos jóvenes caminan hasta Chile o Perú para buscar un futuro que Venezuela y el régimen no les permiten, y cómo la gente mayor ha quedado en soledad, sin fuerzas para migrar.
Si Maduro cae, el gran interrogante no es si llegará la democracia, sino quién se quedará con el poder. No se trata de un juego limpio y democrático entre oficialismo y oposición, sino de una gran pulseada dentro del propio chavismo.
Por un lado están los generales que integran el Cartel de los Soles, con gran fortuna y poder, esperando quedar a salvo si el gobierno se derrumba.
Por el otro, los líderes y jerarcas civiles del partido, que ven en la entrega de Maduro una forma de negociar su supervivencia. Pero entre ambos se interponen las megabandas como el Tren de Aragua, que operan sin obedecer a nadie, multiplicando negocios de droga, extorsión y trata de personas.
Para muchos analistas, el día que falte Maduro la disputa no será entre políticos y votos, sino entre mafias y fusiles.
El Cartel de los Soles no es nuevo. Nació en los 90, cuando militares de mediano rango comenzaron a facilitar el paso de cocaína colombiana. Con Chávez en el poder, esas redes encontraron más facilidad e impunidad para expandirse. Hoy muchos de sus integrantes —generales y ministros— están acusados en cortes internacionales de mover toneladas de droga como mercancía.
El Tren de Aragua surgió desde la misma cárcel de Tocorón, que contaba Insólitamente con discotecas y zoológico incluidos dentro del penal, creció hasta convertirse en la multinacional del crimen más grande de Sudamérica. Su negocio no es solo la droga: también lucran con los miles de venezolanos que migran, cobrando peajes en la frontera, y se dedican además a explotar mujeres en la trata.
Hoy, gran parte del PBI venezolano ya no se sostiene en el petróleo, sino en actividades ilícitas. Extorsión en puertos, narcotráfico contrabando de gasolina y oro. Durante el año 2024, el narcotráfico en el país generó ingresos brutos por 8.236 millones de dólares, de acuerdo con un informe desde el exilio por la organización no gubernamental Transparencia Venezuela.
Venezuela es un país donde el salario no alcanza ni para un kilo de carne, pero donde un cargamento de cocaína genera fortunas que financian tanto a generales como a bandas criminales. Esa economía paralela es la que sostiene al régimen y, al mismo tiempo, lo condena.
Expertos dan por hecho acuerdos y diálogos, con posibles salidas pactadas para Maduro y una comitiva selecta. Nicaragua y Honduras son algunos de los países que podrían alojarlo. El narcotráfico en Venezuela no es un negocio marginal: es casi un tercio de la economía. Nadie quiere soltar ese botín.
Los venezolanos lo sienten cada día: cortes de luz, racionamiento de agua, difícil acceso a los alimentos.
El chavismo, sin Maduro, no es un proyecto político: es una jauría peleando por las sobras de una torta que ya se comieron.
El pueblo venezolano fue tomado como rehén de mafias, generales corruptos y un poder que convirtió el hambre en herramienta de control. El futuro no será necesariamente la liberación, sino el inicio de una nueva disputa por las ruinas.
Históricamente, los regímenes autoritarios casi nunca caen con dignidad: se desploman entre fracturas internas, traiciones y violencia.
Mientras tanto, el pueblo sigue resistiendo, sobreviviendo a la escasez y al exilio, con la certeza de que ningún poder, por más brutal que sea, es eterno.
Simón Bolívar: “Un pueblo oprimido no puede permanecer en opresión mucho tiempo. Tarde o temprano, se romperán las cadenas”.