Monseñor Sergio Buenanueva se pronunció sobre el discurso del presidente Milei en Chaco
El obispo de la diócesis de San Francisco manifestó una serie de apreciaciones sobre lo expuesto por el presidente en la inauguración del templo «Portal del Cielo» de la Iglesia Cristiana Internacional en Resistencia (Chaco).
En sus redes sociales, la máxima autoridad de la Iglesia Católica local expresó:
Acabo de leer el discurso de anoche en Chaco del presidente Milei. Mucha, muchísima tela para cortar. Bienvenido el debate de ideas.
- Como en otras ocasiones, el presidente arremete contra la justicia social. En realidad, contra una deformación de ella. A su favor: que en nombre de esa caricatura se han hecho muchos desatinos que hoy pagamos todos, además de abrirle la puerta a la corrupción. Pero, en el humanismo cristiano, la justicia social es un concepto más rico, complejo y válido. No es solo distribucionismo a cargo del estado, sino que, acentándose en la dignidad de cada persona busca una arquitectura de la justicia en la sociedad atenta a la participación de todos los ciudadanos en la búsqueda del bien común. La delicada arquitectura de la justicia implica rehuir de la simplificación y armonizar todas sus dimensiones: justicia general, conmutativa, distributiva y también justicia social.
- En su discurso, el presidente echa mano de textos de la Escritura y apela a la tradición judeocristiana. Me parece bien, solo apunto al riesgo de fundamentalismo o, como ocurre con el integrismo católico: a eludir la mediación de la razón en la interpretación del mensaje bíbllico y, sobre todo, en la construcción del mejor orden justo posible. En la tradición católica es muy fuerte este acento: no hay una línea directa entre la Escritura y la construcción política de la sociedad. En esto, sería bueno acudir al magisterio de Benedicto XVI, por ejemplo, a su magistral discurso ante el Bundestag de Berlín, donde afronta esta cuestión. Es importante tenerlo en cuenta hoy, porque no solo en Argentina, también en otras latitudes vemos a algún sector de la política arroparse en amplios sectores religiosos más bien fundamentalistas. Eso no le hace bien ni a la religión ni a la política.
- Como dije arriba: bienvenido el debate público de ideas, hoy realmente de capa caída en nuestra Argentina. Por eso, un debate público en serio, sin dejar de ser fuerte, subido de tono incluso o áspero, ni renuncia a la claridad de ideas ni se deja llevar por la lógicas binarias que suelen ser efectivas para arrebatar aprobación, pero que, a la larga, no sirven para construir el orden social. En este punto, desde la Iglesia vamos a seguir apelando a ese valor tan importante de la democracia de inspiración liberal: la legítima pluralidad de ideas, el respeto de otro como un semejante y el rechazo de toda forma de violencia que rebaje la dignidad de los demás.
- En el fondo, se trata de un debate antropológico. El modelo de la libertad que alienta la tradición judeocristiana es el hombre, imagen y semejanza de Dios. En el cristianismo, ese modelo es Cristo, su libertad de Verbo encarnado y la redención de nuestra libertad que, como enseña san Pablo, solo se puede vivir en el amor a los demás y en el servicio, especialmente a los más pobres. La libertad cristiana es, a la vez, don del Creador; herida por el pecado y siempre amenazada, ha sido redimida y tiene a su favor el auxilio de la gracia del Espíritu Santo. Se realiza en el amor y en la virtud (nociones evocadas por Milei). El modelo supremo de la libertad de la persona humana no puede ser el de las transacciones económicas, tan legítimo como insuficiente para hacer justicia al ser humano libre.
A pocos días de celebrar el 209º aniversario de la Independencia nacional es bueno que nos dispongamos realmente a celebrar nuestra historia de libertad compartida.
Busquemos un territorio común, también y especialmente en nuestro anhelo de libertad.
- Sergio O. Buenanueva
Obispo de San Francisco
6 de julio de 2025