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Raquel Passamonte: “A mis abuelos le produjo mucho dolor no poder decir si estaba vivo o muerto”

César nació en nuestra ciudad el 7 de marzo de 1956, fue al colegio Hermanos Maristas y durante su adolescencia jugó la básquet en el Club Atlético San Isidro. Luego, partió hacia a Córdoba a estudiar Ingeniería en la UTN y un 2 de septiembre de 1976 fue secuestrado por fuerzas militares en un departamento de la capital provincial. Nunca más se supo nada de él.

Raquel, su sobrina y ahijada, tenía tan solo cuatro años cuando cuando él desapareció. Aquí nos refleja el peregrinar de la familia, lo poco que se hablaba del tema, y  cómo empezó la lucha para saber de él y recordarlo.

“Él era mi padrino de bautismo, los recuerdos que tengo son a partir de fotos que empecé a ver y a preguntar quién era porque yo veía a mi madrina cotidianamente pero a mi padrino no. Cuando finalicé la escuela primaria hubo como una movida con una organización acá en San Francisco para hablar del tema. Recuerdo que hablaron con mi papá y entonces yo preguntaba porque yo era chica y no me dejaban participar de esas reuniones”, comenzó su relato Raquel Passamonte.


Raquel Passamonte


En la continuidad de charla con DSF prosiguió manifestando que  “fue mi mamá quien empezó a traerme a la memoria y al recuerdo lo de mi tío y todo lo que había pasado. Ella fue la primera persona me empezó a contar y poner en palabras quien era mi tío y lo que había pasado en la época de la dictadura militar”.

“Con mi abuela, la mamá de César, era bastante difícil hablar. Supongo que como toda madre, ante un dolor profundo al saber que no estaba y no poder ponerle palabras a eso César desaparece de la escena familiar durante un tiempo”.

“Nosotros éramos una familia que tenía un desaparecido y nos contaban los hechos desde el lugar que podían.  Siempre lo recordaban como una persona inteligente y muy capaz, con un sentido de la solidaridad y la cuestión social muy profunda”, enfatizó Raquel.

En este sentido, contó lo difícil que fue poder hablar del tema con su abuela. “Nos mostraba fotos pero no nos dejaba interiorizarnos tanto. Ella no podía hablar”.

De grande y ya en la facultad empezó a moverse para saber más sobre su padrino. “Entré en contacto con Abuelas de Córdoba y quisimos hacer otras averiguaciones. Nos contactamos con antropología forense y ahí mi papá y mi tía dejaron sus muestras de sangre para poder hacer en algún momento el reconocimiento. Que eso es lo que nos queda, no digo para cerrar la historia, sino para cerrar un duelo y saber dónde está para poder llorarlo. Eso creo que a mis abuelos le produjo mucho dolor, no poder decir si estaba vivo o muerto”.

En este marco y en el devenir de la historia contada por Raquel aparece un hecho que la marcó a fuego sus sentimientos y los de su abuela:  “En la Iglesia se hacía una misa por los hijos, entonces se llevaban flores blancas por los hijos vivos y flores rojas por los hijos muertos. Mi abuela nunca pudo llevar una flor de ningún color porque no lo podía poner palabras a eso”.

¿Cómo lo vivieron en la familia?

Ser la familia de un desaparecido en tiempos de gobierno de facto no era fácil. Sobre todos para familiares directos. Pero con el correr del tiempo el panorama se fue esclareciendo, de a poco, y las cosas salieron a luz para ser contadas.

“Mi papá cuando sucede esto viaja a Buenos Aires a ponerse en contacto con otros familiares que también estaban en la misma situación de hijos y personas que habían desaparecidos. Él hizo la denuncia formal y por eso César aparece como desparecido cuando aparecen los listados”, comentó.

“El proceso – prosiguió – fue complejo porque era difícil por el momento histórico que es lo que sucedía familiarmente, como se construían los vínculos. Había mucho dolor, culpa e inclusive de reclamos como por ejemplo porque no fueron a buscarlo. Él nunca involucró a la familia porque sabía lo que sucedía. Siempre les dijo ‘quedensé tranquilos que voy a estar bien’”.

Con el correr de los años integrantes de la familia ingresaron a grupos locales por la memoria y Passamonte dijo que “esto a mi abuela no le gustaba, no quería pero tampoco podía decir porque. Había una suerte de mantengamos esto como una cosa de la intimidad. Pero de alguna manera u otra sale a la luz”.

“Hubo movimientos emocionales simbólicos en la familia y cada uno lo fue procesando de la manera que fue pudiendo. Ya más grandes pudiendo hablar en familia y estableciendo contactos con gente que lo había conocido”, enfatizó Raquel.


César Passamonte


Una persona especial

Raquel cuenta que con el tiempo pudo contactarse con Fernando Reati, una de las personas que estaba con César al momento de su detención.

“A César lo llevan estando en la casa de Fernando. Él después se fue a vivir a Estados Unidos, vino y habló con nosotros, nos trajo cosas de César. Fernando nos permitió contar la historia desde otro lugar, de la que él había sido arte y parte, que rol habían cumplido los jóvenes en esa época”, contó.

En el final de la charla y buscando una postura sanadora ante tanta injusticia y dolor agregó:  “familiarmente nos unió mucho en ese sentido, más allá de las diferencia generacionales que hay. En la diversidad uno crece y se enriquece, y hoy César forma parte de la familia, hay fotos y cuando preguntan se habla de él. Era importante para la familia ser parte de esto, somos una familia de desaparecidos y que otros han sufrido lo mismo que nosotros. Hoy César está presente”.

Producción y colaboración periodistica: Sandra Amarilla Ruiz y Franco Casalis.