Policiales

El último que apague la luz

«Si querés resultados distintos, no hagas siempre lo mismo». La frase la dijo Albert Einstein y ahora se repite para recordarnos algo que debería ser obvio, pero que no lo es. Tenemos una tendencia a tropezar con la misma piedra, a hacer siempre las mismas cosas y esperar que mágicamente los resultados sean otros.

En Argentina, cuando un nuevo gobierno llega al poder, repite lo mismo que el anterior, pero en sentido inverso.

Ayuda a los amigos, se cobra cuentas pendientes con los rivales, habla de las reformas que le convienen y cajonea las que no (de la refoma judicial a “achicar el estado”).

Abundan palabras como “renovación”, o “cambio”, pero siempre son más o menos los mismos personajes que giran en esta rueda interminable.

Ahora es necesario preguntarnos: ¿son estas caras repetidas las que necesitamos para salir de la crisis? Porque (esto también hay que recordarlo) de las crisis se puede salir, y de hecho son muchas veces oportunidades para el progreso. Incluso ahora vemos que en medio de la angustia, estos momentos pueden ser cimbronazos para el avance tecnológico y económico.

Sin crisis no hay desafíos, y sin desafíos la vida es rutina, una lenta agonía. Pero en Argentina, también hay que dudar de que de la crisis pueda salir algo bueno, cuando quienes están encargados de resolverla son esos mismos que no pudieron resolver tantas otras.

Echemos un rápido vistazo al gabinete y a los amigos del gobierno. Felipe Solá, actual ministro de Relaciones Exteriores, fue Ministro de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires (1987-89), secretario de Agricultura (89-91 y 93-99), vicegobernador (1999-2002) y después gobernador (2002-07) de la provincia y diputado varias veces.

Ginés González fue Ministro de Salud de la Provincia del 88 al 91, luego fue ministro de Salud de Duhalde y de Kirchner, y embajador en Chile del 2007 al 2015. Quien hoy es gobernador de Santiago del Estero, elegido por tercer vez en 2017, fue en el medio senador desde 2013 a 2017 mientras su esposa se hacía cargo de la gobernación.

Ni hablar de Gildo Insfrán, gobernador de Formosa, ocupa el cargo desde 1995, y antes fue vice de Vicente Joga (1987-1995). Estos son nada más que algunos ejemplos.

Nombre repetidos encontramos no solo en la política, sino también en los sectores afines, como los empresarios, aunque ellos como dueños tienen todo el derecho de cuidar su patrimonio pero siempre con las mismas mañas.

Y ni que hablar de los sindicalistas, el año pasado se retiró el sindicalista record, Héctor Baldassini 50 años en el poder, en la silla siguen otros Luis Barrionuevo (38 años) y Omar Viviani (35 años), entre otros nombres notables como Amadeo Genta de Municipales (35 años), Armando Cavalieri de Comercio (32 años) y Hugo Moyano de Camioneros (31 años).

Mientras tanto, las pugnas de poder en el interior del gobierno son difíciles. Máximo Kirchner es el poroto que se juega Cristina en la nueva sucesión generacional. Si ella logra esquivar todos sus problemas judiciales, mantiene la armonía con Alberto y sostiene su apoyo interno (léase La Cámpora).

Sergio Massa se suma a las ideas del momento, sin quedar mal con ninguno: sonríe, nunca pierde la elegancia y va para adelante. Y en este escenario es muy funcional, ya que trata de unir lo que CFK desune en el congreso y apoya al gobierno.

Alberto Fernández mientras tanto trata de hacer un grupo cerrado de “albertistas”, algo de lo que se acuerda mal y tarde, y llama a un aparente diálogo con la oposición, sin que ninguna de las partes esté muy entusiasmada.

Los nombres, otra vez, son los mismos. Alberto nunca ha tenido mucha piel con los gobernadores, muchos le desconfiaban. Esto le hace el caldo gordo a los “disruptivos”. La política disruptiva es un concepto que se va consolidando desde el ascenso de personajes como Nayib Bukele (el Salvador) Jair Bolsonaro (Brasil) el mismo Donald Trump (USA).

En Argentina, los aspirantes a ocupar un lugar similar son muy claros: personajes como Berni, Espert, Milei, Tinelli, Brancatelli, Casero, Baby Etchecopar y tantos otros. Hoy lo que hace falta es pensar en una renovación total del sistema, uno que responda a las necesidades de la gente.

La política debería ser más similar a un delivery que a un restaurante: más descentralizada, más abierta, más inmediata y ágil. Hoy las demandas de la sociedad están muy claras, y es hora de responder.

Recordemos lo que sucedió en los años sesenta, en Uruguay, cuando en plena depresión económica y social todo el mundo emigraba a Argentina. El éxodo fue tan masivo que llegó a pensarse que el país quedaría despoblado. Y fue en ese contexto en el que una mañana cerca del aeropuerto de Carrasco de Montevideo apareció un grafiti que decía: «El último que apague la luz».

Nota publicada también en: Perfil.com

(*) Consultor especializado en Comunicación Institucional y Política, Asuntos Públicos y Gubernamentales, Manejo de crisis y Relaciones con los Medios. Magister en Comunicación y Marketing Político en la Universidad del Salvador (USAL). Postgraduate Business and Management por la Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Es docente universitario en UCA y USAL. Columnista especial de Diario San Francisco, Perfil.com y FM Milenium, entre otros medios del país y del mundo.

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Eduardo Reina

Consultor especializado en Comunicación Institucional y Politica, Asuntos Públicos y Gubernamentales, Manejo de crisis y Relaciones con los Medios. Magister en Comunicación y Marketing Político. Universidad del Salvador, USAL, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004. Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Actual Presidente Tres Cuartos Comunicación y es Docente Universitario. Anteriormente fue Vicepresidente de Estudio de Comunicacion, multinacional española que figura entre las 10 empresas del ranking de Merger Market de empresas Europeas. www.eduardoreina.com