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Verano: atraídos por las fiestas, los jóvenes vuelven a copar Mar del Plata

Recién egresados de la escuela secundaria. Compañeros de la facultad. Conocidos del trabajo y varios desconocidos que terminaron bajo un mismo techo por algún amigo en común. En casas o en departamentos, más cómodos o con colchones hasta en la cocina, los jóvenes parecen haber ajustado el GPS de la movida nocturna del verano y encontraron un destino común en la costa marplatense .

¿Motivos? Los que veraneaban en Punta del Este buscaron cuidar el bolsillo sin perder el ritmo de la diversión. Otros acostumbrados a Pinamar se dejaron tentar por una ola de voces en las que hacía eco la oferta de bares, discos y fiestas en Playa Grande y hacia el sur del Faro. Y los adolescentes, casi exclusivos de Villa Gesell , también se animaron a dar un paso más y probar la renovada y muy potente oferta marplatense que tiene turno tarde, noche y trasnoche. También un rato largo al amanecer. Sí, en continuado y casi sin descanso.

Si no son mayoría entre los turistas, se hacen notar y mucho. Es un verdadero fenómeno verlos llegar a la playa no antes de las 15. Cargan heladeras plásticas y equipos de sonidos portátiles. Desembarcan en la arena para quedarse por horas, más allá de la compañía del sol y siempre hasta poco antes de la medianoche.

Valentina Silva Salinas, Candela Zupanc, Delfina Céntola, Giannina Massei y Micaela Mellado son de la Capital y por primera vez se decidieron a salir de vacaciones. La elección no tuvo discusiones: «La idea original era ir a Brasil, pero muchos amigos ya hablaban que Mar del Plata se iba a poner fuerte y ni la dudamos», indican a LA NACION estas chicas de 21 años que alquilaron por Airbnb un departamento en la zona de Colón casi la costa. Allí, pasan muy pocas horas con tres usos exclusivos: dormir un rato, ducha más make-up de noche y la previa a la discoteca. «Hoy se paga el after», dicen sobre la posibilidad de ir a bailar con vestimenta de playa a partir de las 18 y hasta poco más de las 22 al mismo lugar donde harán lo mismo, ya muy producidas, a partir de las dos y hasta casi las seis.

«Cada noche se te van unos 1000 y hasta 2000 pesos, según lo que tomes», reconocen en el grupo que conforman Tomás García, Matías Rafé, Gonzalo Almaraz, Alex Scuastianuk, Charly Montalto y Guido Verde, que son de La Plata, Saavedra y Rosario. Se conocieron en Brasil hace dos años, y desde entonces comparten viajes. Este, a Mar del Plata, por 20 días.

Alquilaron una casa cómoda, tienen auto y Playa Grande es el punto que eligen cada tarde, hasta que termine el after beach. «Ahorramos en la comida así se guarda para la noche», coinciden.

Ayer en Ananá, la disco que tiene doble turno en el complejo Normandina de esa zona, se ofrecían entradas anticipadas a $400 para la tarde y $800 para la noche. En boletería, sin descuentos, se conseguían a $500 y $1000, respectivamente. «Salir es un gasto alto», afirman. Además, suman el consumo dentro de la discoteca: un trago clásico cuesta $200 y un champagne ignoto, a partir de $1000.

Advertencias
Anteanoche, en una mesa para diez personas de una fiesta que se hizo en uno de los paradores de las playas del sur, se pagó $25.000 de los que $18.000 se reconocían como consumición.

El desembarco de esta ola de jóvenes también cambió actitudes en el mercado inmobiliario, siempre resistentes a los que tienen la diversión como principal objetivo. De hecho, muchos advierten que no aceptan grupos de jóvenes. Los que aceptan recibirlos se aseguran valores algo superiores. «Por lo general hacen algún destrozo o al menos cuidan poco», confirmó a la nacion un operador del rubro en Playa Grande, uno de los sectores más buscados por la proximidad con el corredor que reúne a los principales bares y discotecas.

Laura Cardozo, la mayor del grupo, se encargó de negociar y lograr un buen precio por el alquiler del departamento céntrico donde pasan estas vacaciones con sus amigas Micaela Riso, Sofía López, Milagros y Celeste. «Logramos muy buen precio y comodidad», dice.

La apuesta de los jóvenes se concentra en esta segunda quincena que, desde anteayer, empieza a mostrar lo mejor de enero. A las 18 la arena ya está caliente. Las torres portátiles, una cada dos grupos, superponen sus sonidos de cumbia o trap. Se baila, se bebe y se conecta con los vecinos de sombrilla. Si el calor apremia se busca refresco en el mar y se vuelve a encontrar ritmo con el paso. Porque la diversión no para. Como en aquellas temporadas de la calle Alem que quedaron en el recuerdo hace más de dos décadas, la noche marplatense vuelve a estar copada y tomada por los jóvenes.

Fuente: La Nación