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Sanfrancisqueños por el mundo. Hoy: Natalia Mitrojovich

Natalia es otra joven sanfrancisqueña que un día se atrevió a escuchar a esa vocecita interior que la llamaba a descubrir nuevas historias. Desde su adolescencia, cuando escuchaba una canción de La Renga titulada “Un tiempo fuera de casa” imaginaba que algún día iba a armar su mochila e irse a recorrer lugares desconocidos. Y así transcurrieron los años hasta que a los 28, ya ejerciendo como abogada penalista, empezó a visualizar que a su vida iba a continuar de la misma manera durante los próximos cuarenta años. “Me tengo que ir y experimentar. Si tengo que volver, vuelvo, pero no voy a dejar de intentarlo”, pensó.

Empezó poco a poco. El primer paso fue mudarse nuevamente a Córdoba, donde había transcurrido sus días como estudiante. Estuvo tres meses buscando un empleo relacionado a su profesión, pero no tuvo suerte, o tal vez sí. Porque esa situación terminó por convencerla. “Es ahora o nunca”, se dijo.

“Decidí que me iba a ir de viaje a algún lado, entonces me junté con una amiga que había hecho la visa para Nueva Zelanda, y cuando me dijo que había cinco países que ofrecían la visa de Work and Holliday, y entre ellos estaba Francia, supe que ahí quería ir. No sabía el idioma, ni nada, pero siempre me llamó la atención”, relata.

Ese mismo día le contó sus planes a su mamá. “Me dijo que estaba loca”, recuerda entre risas. Pero al día siguiente, con toda determinación, Natalia sentenció: “Mami, no te estoy pidiendo permiso, te estoy avisando que me voy”. Un día después de eso, su mamá ya estaba apoyándola en sus decisiones, preguntando si necesitaba algo, y cómo tenía planeado su viaje.

 

 

En la región francesa de Ardèche abrió su primer capítulo como viajera.
En la región francesa de Ardèche abrió su primer capítulo como viajera.

 

Llegó a París el 22 de octubre del 2016, recuerda la fecha perfectamente. Primero trabajó en un bed and breakfast en Ardéche, donde se topó con paisajes maravillosos. Pero, según cuenta, las personas que conoció en ese lugar fueron lo más increíble de su llegada a Francia. Desde allí se fue a Los Alpes, donde vivió en un chalet junto a ocho personas más de diferentes puntos del mundo, mientras trabajaba en un hotel.

Tiempo después, estuvo en Normandía, viviendo en la casa de una mujer que tenía 11 gatos, 3 perros y 4 caballos; ella era la encargada de atender a esos animales y asegura que fue una experiencia inolvidable, y que la dueña de la casa la recibió de la mejor manera.

Aventurera, siguió su rumbo nuevamente hacia la capital francesa, donde cuidó de tres niños durante una espectacular primavera parisina, para luego encontrarse en la aventura de vivir en un barrio del underground en Ámsterdam, ayudando a remodelar un atelier de artistas holandeses, donde además vivía. También conoció Bélgica, lugar donde se reencontró con una de sus mejores amigas.

 

En Ámsterdam, trabajó restaurando un atelier de artistas holandeses.
En Ámsterdam, trabajó restaurando un atelier de artistas holandeses.

Pero, sin dudas, uno de los lugares más especiales que conoció, fue San Vendemiano, en el norte de Italia, donde se reunió con su mamá y su hermana, y pudieron visitar la casa donde había vivido su abuela Lidia, hace 66 años. “Fue una locura haber estado paradas en la puerta de la casa, y recordar las historias que escuchamos una y mil veces de su niñez, de la guerra, de la casa del frente donde funcionaba un comando alemán que los vigilaba. También encontramos en una plaza una placa con el nombre de nuestro tío abuelo, en homenaje a los combatientes. Entendimos muchas cosas de nuestra historia, de nuestra familia, costumbres o formas de pensar que tienen un bagaje cultural inmenso que ni el paso del tiempo puede desterrar. Es fascinante para mí experimentar en cada viaje cuán atravesados estamos por nuestra cultura, costumbres, comidas, climas y paisajes”, expresa.

 

 

Conoció la casa donde vivió su abuela 66 años atrás,en Italia. La acompañaron su mamá y su hermana.
Conoció la casa donde vivió su abuela 66 años atrás,en Italia. La acompañaron su mamá y su hermana.

 

El año pasado, Natalia volvió a la Argentina para acompañar a su mamá, que en ese momento atravesaba un problema de salud. “Estuve tres meses allá, aprovechando para reunir los papeles para la ciudadanía y mientras tanto viajé por el sur de Argentina y en noviembre volví a Sicilia, en Italia, donde estuve cinco meses para hacer la ciudadanía, trabajando mientras tanto en la casa de una familia cuidando a una nena preciosa de tres años, y viví con ellos hasta que terminé el trámite; después me fui a Grecia, me encontré con mis amigas de la infancia, Mariana, Viki y Luciana, y recorrimos juntas Santorini”, explica.

 

 

NUEVA ETAPA

Después de ese viaje por Grecia, Natalia se unió a su amiga Mariana, y se instaló en Noruega, donde reside desde el mes de abril. En este momento está trabajando en una empresa de turismo que hace city tours en la ciudad. Sociable por naturaleza, asegura: “Me encanta la ciudad, el trabajo, hablo con 200 personas por día así que estoy feliz, hablo todos los idiomas que sé”.

Dice que lo que le generó más sorpresa en su recorrido por Europa es la tranquilidad con la que las personas pueden moverse en la calle. Prácticamente no hay arrebatos, y se puede caminar a cualquier hora, por cualquier zona. “He vivido en las afueras de París y no está esa paranoia que tenemos en Argentina de no sacar el celular en la calle, o de tener la cartera aferrada a una con miedo, y entendés que hay otra forma posible de vivir en sociedad, y uno también se acostumbra a eso. Por lo demás, pensé q iba a ser distinto. Creo que una de las sorpresas más grandes fue darme cuenta de que, en general, somos todos bastante parecidos; viví con gente de todas las nacionalidades y tengo amigas chinas, albanesas, canadienses, de todas las puntas del mundo, y veo cuán parecidos somos en el fondo”, asegura.

Con amigas de la infancia recorriendo Santorini, una isla de origen volcánico y espectacular belleza, en Grecia.
Con amigas de la infancia recorriendo Santorini, una isla de origen volcánico y espectacular belleza, en Grecia.

 

Aunque, con Noruega le sucede algo especial. Pese a que hace muy poco tiempo vive allí, la sorprenden ciertas costumbres que pudo observar, diferentes no sólo a lo que vivió en Argentina, si no al resto de Europa. “Me llama la atención la cuestión de la ecología, el valor que le dan a lo material, a reciclar las cosas. Por ejemplo, si les sobra una mesita de luz, se toman el trabajo de sacarle una foto y subirla a una página para donarla, nada se tira a la calle, hacen las cosas diferentes, eso sorprende”, dice.

 

 

LOS MIEDOS QUE NO DEJAN SOÑAR

Las preguntas que se hacía Natalia mientras trabajaba como abogada penalista, son las que muchas personas se hacen. Hay quienes se atreven como ella, y quienes prefieren quedarse con la duda de “¿qué hubiese pasado si no hubiese tenido miedo?”.

Claro que no es fácil dejar una vida que la mayoría consideraría como encaminada, con un trabajo estable. Sin embargo, su presente tiene que ver con el disfrute, pero no descarta la posibilidad de volver a ejercer como abogada, y al respecto reflexiona: “Haber estudiado Derecho, Ciencias Sociales sobre todo, junto al ejercicio de 4 años antes de viajar, me sirvió mucho; no siento una frustración o algo truncado, siento que me dio muchísimo porque el análisis que puedo hacer viajando de la cultura, de la política, me lo permitió el estudio, más allá de la experiencia de vida. Me enseño a analizar las cosas desde diferentes perspectivas, a entender que no hay una sola forma de ver las sociedades, la vida, y eso es un aprendizaje que se va a quedar conmigo para siempre. Desde mi experiencia aprendí muchísimo estando en contacto con personas privadas de la libertad, me ayudó a darme cuenta de cuán afortunados somos, y cuántas realidades están invisibles ahí adentro, me dio experiencias humanas y profundas, y estoy agradecida por eso. De la misma forma, siento que todo lo que estuve experimentando viajando me dio otras herramientas para que, si quiero volver a ejercer la abogacía, lo puedo hacer desde otro lugar, no el tradicional por el que se conoce el rol del abogado en la sociedad, con el que ya no me sentía satisfecha. No creía que estuviera aportando un rol real a la sociedad, ya estaba en un punto en que sentía que formaba parte de un sistema arcaico que no solucionaba ningún problema, sino todo lo contrario, y no quería ser un engranaje más en una rueda de algo en lo que no creo, que es muy arbitrario, muy injusto. No por quienes conforman el sistema, porque me encontré con personas maravillosas, sino porque el sistema responde a un orden que para mí debe terminarse. Creo que la abogacía se puede hacer desde otro lado, y la búsqueda tiene que ver con eso, con encontrar mi propia manera de ejercerlo. Estoy tranquila, si vuelvo a la abogacía lo haré con amor como en su momento, y si no también va a estar bien, me dio mucho ya”.

 

 

Junto al mar de Biarritz, en la costa vasca del suroeste de Francia.
Junto al mar de Biarritz, en la costa vasca del suroeste de Francia.

 

NO HAY NADA MEJOR QUE CASA

En su relato también hubo tiempo para hablar de aquellas cosas que añora, además del invaluable tiempo compartido con su familia y sus amigos. Cuenta que en su última visita pudo sentir la sensación profunda del hogar, del reencuentro. Y aunque, como viajera, siempre fue bien recibida y no tuvo problemas de adaptación, para ella “no hay nada mejor que casa”, como decía Gustavo Cerati. Natalia tiene frases de canciones para cada situación, y quienes la conocen saben que es una chica del rock and roll. De hecho, otra de las cosas que reconoce extrañar de San Francisco es justamente eso. “Extraño el rock and roll de San Francisco, el rock en vivo cada fin de semana, en cada rincón, el pogo y todo lo que acompaña al ambiente, el encuentro, el mítico bar Aquelarre. De todas las ciudades que visité creo que San Francisco es la más rockera y eso se extraña”, completa.

 

 

SI TUVIERA QUE VOLVER

No se niega a la idea de regresar a Argentina, aunque por el momento no está dentro de sus planes. Pero, de hacerlo, eligiría un lugar rodeado de naturaleza, como las sierras cordobesas. “No podría volver a vivir rodeada de asfalto. Viajando conocí a todo tipo de personas, muchas trabajan desde sus computadoras en cualquier parte del mundo, viviendo medio año en un país, y medio año en otro. Y en el futuro la idea sería lograr eso, poder seguir viajando a través de algún proyecto propio para promover el turismo en el país, y en particular en la provincia de Córdoba que es tan hermosa y poco explorada por los europeos”, finaliza.

 

La adolescente que soñaba con recorrer nuevos caminos con su mochila al hombro, mientras escuchaba “Un tiempo fuera de casa” de La Renga, es ahora una mujer que fue fiel a sí misma y a esa vocecita interna, y ya no parece haber miedos que la detengan.

 

Por Julieta Balari.-