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Sanfrancisqueños por el mundo: Hoy, Juan Dalmasso

 

Juan Dalmasso es un joven ingeniero en sistemas de 26 años, oriundo de nuestra ciudad y, desde hace un año y medio, vive en Wellington, capital de Nueva Zelanda, conocida por su pintoresco puerto natural y por sus verdes colinas que agrupan barrios de casas coloniales. Luego de recibirse, en el año 2016, y habiendo trabajado durante cuatro años como desarrollador web en diferentes empresas, tomó la decisión de viajar a otro país con el objetivo de adquirir mayor experiencia en el campo profesional y sobre todo, para mejorar un nivel del idioma inglés. “Investigué las opciones que habia para viajar a otro país y trabajar, y Nueva Zelanda me pareció la más viable. Nos organizamos con unos amigos y decidimos a venir”, explica. Antes de dejar Argentina, se encargó de coordinar algunas entrevistas laborales, y a las pocas semanas de haber llegado a Wellington, ya tenía un empleo en una empresa de Software.

 

“La llegada al país fue muy buena, y de entrada pudimos ver mucha tranquilidad y paz y encontramos una comunidad latina grande, así como muchos mochileros que siempre fueron buena onda y abiertos para forjar amistades”, asegura. Juan vive actualmente con su novia, también argentina, en una casa que comparten con siete personas más, provenientes de países como Italia, Alemania, e Inglaterra. Él y su pareja trabajan como desarrolladores de software, aunque en diferentes empresas, y llevan una vida tranquila donde combinan el trabajo con el disfrute de los paisajes y la naturaleza del lugar. “Cuando podemos, nos tomamos un fin de semana para viajar y conocer el país con mi novia. Acá a pocas horas uno puede ir a lugares hermosos, con paisajes de película”, agrega.

 

Junto a su novia de paseo en Queenstown, en el suroeste de la Isla Sur de Nueva Zelanda.
Junto a su novia de paseo en Queenstown, en el suroeste de la Isla Sur de Nueva Zelanda.

 

Aunque confiesa que la distancia significa extrañar a su familia y amigos, cuenta que en Wellington conformaron un grupo grande de amigos argentinos, con los que comparten asados, partidos de fútbol y truco, juntadas, y todos aquellos rituales que les permiten sentirse más cerca de nuestro país. Además, tuvo la suerte de recibir a su familia el verano pasado, y aprovecharon ese reencuentro para viajar por la isla y pasar el año nuevo juntos. «Con la tecnología, uno sigue en contacto diario con las personas con las que compartía momentos a diario, y si bien no es lo mismo, estoy siempre informado de las cosas que pasan en mi ciudad como en el país en sí», comenta.

 

Juan es arquero en un equipo de fútbol para el que juega en Wellington
Juan es el arquero en el equipo de fútbol para el que juega en Wellington.

 

Uno de los hábitos de la isla que llamó su atención desde el primer momento, fue la diferencia en cuanto a la rutina diaria y los horarios que manejan los lugareños , a los que aún no se habituó por completo y agrega: «Acá se cena, se sale y se duerme temprano. Me pasa muchas veces llegar del gimnasio a las siete de la tarde a casa y ver gente cenando; y cuando nos ponemos a hacer la cena con mi novia, alrededor de las ocho de la noche, ya están todos durmiendo. Lo mismo nos pasa cuando nos juntamos con argentinos y queremos salir a tomar algo a la noche. Nos quedamos en una casa jugando al truco o a la Play Station hasta tarde como de costumbre, y cuando nos toca salir ya está todo cerrado o no dejan entrar mas a nadie».

 

Según Juan, el acercamiento con otras culturas cambió su forma de ser, y aunque reconoce que, si bien en el país donde ahora vive están exentos de problemas que para nosotros son cotidianos «como la desocupación, inseguridad, burocracia excesiva, paros, huelgas, corrupción» también ellos tienen sus propios problemas. Una de las cosas que observa es que la manera de relacionarse allí  es muy fría: «Nosotros estamos acostumbrados a saludar con un beso y un abrazo, incluso a nuestro amigo que no vemos hace un día, y acá solamente dicen hola y si se conocen por primera vez se dan la mano. Eso por suerte entre la comunidad latina no se perdió, y todavía nos miran raro cuando te das un beso y un abrazo con tu amigo», comenta.

 

El verano pasado, parte de la familia viajó a Wellington para pasar Año Nuevo junto a Juan .
El verano pasado, parte de la familia viajó a Wellington para pasar Año Nuevo junto a Juan .

 

Hace dos días, Juan retornó a la ciudad, aprovechando el receso laboral de un mes, para pasar las fiestas en familia. Antes de llegar, estaba ansioso por ver los cambios en la ciudad desde que se fue, aunque por el momento no se plantea regresar de manera definitiva. «Seguramente voy a pasar un mes hermoso saludando gente, contando y escuchando anécdotas. En un futuro espero poder volver a vivir en San Francisco, pero no en el corto plazo. Siento que uno no debe volver a vivir en los lugares en los que fue feliz en otros momentos de su vida, ya que uno mismo cambió, y las cosas que veía como mágicas en un pasado pueden volverse monótonas o aburridas, y prefiero quedarme con el recuerdo hermoso de mi infancia y adolescencia, de mi Escuela Normal, mi Barrio Catedral, la Plaza General Paz», explica. Durante estos días, aprovechó para caminar por las calles de su San Franciso natal y reunirse con sus afectos. «La verdad es que se extrañaba mucho», confiesa.

 

Con amigos, en una travesía en Kayak, en Cordomandel.
Con amigos, en una travesía en Kayak, en Cordomandel.

 

Como la mayoría de quienes dejan la seguridad del hogar para adentrarse en la aventura de viajar y vivir en otros países, Juan asegura que al principio la idea da miedo y genera incertidumbre, pero que una vez que uno se decide a dar el primer paso y arriesgarlo todo, las cosas se hacen muy fáciles si es lo que verdaderamente se quiere. «Además, la comunidad viajera en general está llena de gente dispuesta a ayudarte, y si el principal bloqueo es el idioma, se puede empezar viajando a un país de habla hispana y luego aprender y estudiar otro idioma. Si bien viviendo acá aprendí a manejarme en otro país, con otro idioma, a desenvolverme profesionalmente en un ambiente competitivo, siento que lo que más aprendí es que la unión latina es muy fuerte, y que los prejuicios que uno tenía sobre los diferentes países acá se eliminan por completo, cuando te das cuenta de que somos todos jóvenes con los mismos objetivos y los mismos sueños: ser libres y felices, haciendo las cosas que nos gustan», concluye.

 

 

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